por: Raquel Sierra Liriano
Tomado de: http://tribuna.cu
María Luisa Alcalde Núñez tiene 75 años y vive sola desde que enviudó, hace un año. Durante los meses de aislamiento, recibió con frecuencia las llamadas telefónicas de Natividad Guerrero, psicóloga del Centro Nacional de Educación Sexual, quien se sumó de forma voluntaria a esa iniciativa de teleasistencia, surgida en el Grupo de Estudios sobre Familia (GESF), del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS).
No se conocían personalmente en ese entonces, pero conversaron mucho, de lo humano, la COVID-19 y lo divino. Nació una amistad, por un sendero que les abrió el proyecto Acompáñame.
Ella –una de las siete personas que atendió Guerrero durante la pandemia– es parte de las y los cien protagonistas de la Casa de abuelas y abuelos Celia Sánchez Manduley, del municipio de Plaza de la Revolución, el más envejecido del país, que durante los meses de aislamiento fueron asistidos vía telefónica por el equipo de 15 especialistas de Acompáñame. “María Luisa fue especial para mí, genera mucha vibra positiva. En ocasiones, necesitaba un mimo telefónico, pero, a su vez, ella me daba mucho aliento. El proyecto hizo que nos encontráramos”, dijo Guerrero.
Tender La mano y el corazón
La Casa de Desarrollo del Adulto Mayor se encuentra ubicada en el consejo popular Carmelo, que a inicios de abril pasado fue el primero en La Habana y el segundo del país en entrar en aislamiento, por la concentración de casos de COVID-19.
Con la pandemia y la cuarentena, quedaron interrumpidas las actividades que realizaban allí abuelas y abuelos quienes, por su vulnerabilidad, no podían asistir al centro. Francis Betancourt Alfonso, actual presidenta de la casa, recuerda muy bien aquellos momentos. “El encierro nos afectó, porque somos muy activos, algunos se deprimieron. Cuando nos propusieron el proyecto al momento acepté. El equipo, vía telefónica, se preocupó y ocupó de nuestros abuelos. Cuando algunos tuvieron baches, lograron sacarlos. De igual manera, apoyaron a los cuidadores de otras personas” dijo.
Según explicó Yanel Manreza, psicóloga e integrante del proyecto, Acompáñame atendió a cien personas entre 61 y 79 años. Se detectó que es escaso o nulo el apoyo que reciben de familiares y conocidos. “El principal apoyo es material y económico, hiperbolizando la función económica, en detrimento de la afectiva y espiritual”, puntualizó. Los mayores malestares, expresó, estuvieron relacionados con la soledad, tristeza, ansiedad, depresión y sobrecarga del cuidado.
Ciencia en la comunidad
Para Rosa Campoalegre, socióloga e investigadora del CIPS, Acompáñame fue la puesta en práctica del programa para la atención al trabajo de cuidados, último resultado científico obtenido por el Grupo de Estudios sobre Familia, justo antes de la pandemia. “Este servicio surgió del corazón y de la tradición del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de acercarse a las comunidades y la sociedad para transformarlas”.
A su juicio, “un impacto de Acompáñame es que quienes generamos la iniciativa también cambiamos. A veces se piensa que la academia va a las comunidades a enseñar, pero también se aprende mucho, porque estas personas tienen saberes y conocimientos a veces inéditos y, sobre todo, una manera muy peculiar de afrontar la vida con fortaleza, resistencia y reexistencia”.
Belkis Calatayud León, de 81 años, apunta: “Vivo sola y el servicio me sirvió de compañía, me dieron consejos, conversaron conmigo mucho y creo como la gran iniciativa que es, debe permanecer… Esta generación ha luchado enormemente para mantener esta Revolución y creo que nos merecemos toda la atención”.
Acompáñame, consideró Campoalegre, “es una mirada diferente al cuidado de las personas mayores, fijando la atención en sus potencialidades y no en sus carencias, deconstruyendo mitos acerca de la dependencia, con enfoque de género y de derechos hacia un envejecimiento activo, productivo y feliz”.