por: CLAUDIA RAMÓN RODRÍGUEZ
Fotos: ANARAY LORENZO
Tomado de: http://bohemia.cu
“Antes sentía que no servía para nada, que merecía lo que me hacían. Sentía ganas de darles un golpe fuerte, me sentía desesperado y solo; con rabia, odio”. Claudio, de 11 años, recuerda con angustia las sensaciones experimentadas que lo llevaron al servicio de salud mental del Hospital Infantil Norte en Santiago de Cuba.
Cuando debía disfrutar plenamente de su infancia y su escuela, Claudio fue víctima de acoso escolar. Ser más grande de lo “normal” fue el detonante de situaciones escolares desagradables, porque era blanco de ofensas reiteradas que lo condujeron a tratamiento clínico.
La doctora Arianne Hernández, psiquiatra infantil, dirige el grupo provincial de la especialidad en la ciudad heroica. No pocos adolescentes atendidos en esa consulta han sido víctimas de acoso en sus escuelas. BOHEMIA se acercó –vía WhatsApp– a la especialista para conocer detalles sobre ese fenómeno.
En busca de información, contactamos también con el Centro de Estudios Sobre la Juventud y el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas. Especialistas de estas entidades explican que no han desarrollado pesquisas relativas al tema, aunque concordaron con la importancia de dichos análisis.
¿Bullying?
“La burla puede comenzar siendo inocente, es algo característico de la adolescencia, pero si no es tolerada por la víctima se convierte en una situación desagradable y llega a ser la única forma de relacionarse con los victimarios.
“Los atormentados generalmente son tímidos, ansiosos, dependientes, inseguros. Los agresores tienen trastorno incipiente de la personalidad, baja autoestima y esto es un mecanismo de defensa, para proteger sus limitaciones psicológicas”, comenta la psiquiatra.
El bullying, término anglosajón usado para denominar el acoso escolar, suele ocurrir imperceptible, sutil, de ahí la importancia de un diagnóstico oportuno. Una personalidad fortalecida en el adolescente que le impida ser el objeto de los victimarios puede representar una de las formas para evitarlo.
La doctora asevera que “la prevención comienza por la familia. Subvalorar al niño no es bueno, tampoco sobreprotegerlo. Lo correcto es alentarlo a esforzarse y darle confianza a sus acciones. De lo contrario su autoestima se ve afectada.
“En ocasiones es fácil hacer el diagnóstico, pero en la mayoría de las situaciones hay que buscarlo, indagar las causas en el paciente que atendemos por rechazo escolar o cuadros depresivos”, señala.
A la interrogante de cómo se define el acoso escolar, Yisel Vega, psicóloga y profesora universitaria define: “Es el maltrato entre miembros del estudiantado con un comportamiento negativo, repetitivo e intencional, que ocasiona daños y se produce en las relaciones interpersonales como resultado de un desequilibrio de poder dentro o fuera del horario escolar”.
Para los que padecen el bullying en carne propia puede ser vergonzoso decirlo. Sin embargo, los adultos que conviven con el adolescente o niño pueden percatarse, por variaciones en su comportamiento, que algo no anda bien. “Evitan el contacto visual, agreden a otros (hermanos, vecinos, mascotas), pueden sufrir insomnios, terrores nocturnos, rechazo violento a ir a la escuela.
“La observación en el ámbito escolar es muy importante para el diagnóstico, pues a partir del conocimiento de las manifestaciones de bullying, tanto el personal docente como no docente, puede notificar la presencia de este maltrato en la institución”, apunta la profesora.
Foco del fenómeno
“En la secundaria me hicieron bullying al punto que no quise ir a la escuela. Le dije a mi mamá que habían dado días libres. Como yo no soy de mentir ella me creyó. Hasta que se percató de que pasaba algo”, evoca Alma, de 16 años.
La escuela es uno de los principales escenarios del acoso. Allí se desarrolla la mayor parte del tiempo de la adolescencia; etapa de cambios importantes, físicos y psicológicos. De ahí que se le deba prestar la mayor atención al desenvolvimiento de las relaciones entre pares en las instituciones docentes.
Sobre el tema, Mary Carmen Rojas, jefa del Departamento de Salud Escolar del Ministerio de Educación (Mined), refiere: “identificamos el acoso como algunas de las manifestaciones de violencia escolar de carácter físico, verbal o psicológico que se puedan dar en el contexto de la institución educativa entre educandos.
“En el sistema nacional de educación este tema no está aislado de lo que curricularmente está establecido. No se aborda específicamente, pero tenemos asignaturas en los niveles educativos que potencian la formación de valores para minimizar los riesgos. Muchas veces el niño no lo dice en la casa ni en la escuela y por eso son tan importantes las relaciones que nosotros mantenemos con el centro de salud mental, porque puede que el niño revele el problema al psicólogo o al psiquiatra infantil”, sostiene la especialista.
En busca de la opinión y conocimiento de estudiantes y profesores sobre el acoso escolar, un equipo de BOHEMIA visitó el Instituto Preuniversitario Saúl Delgado y al Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas (Ipvce) Vladimir I. Lenin, en La Habana.
“Cuando estaba en la secundaria era muy usual, algunos lo tenían como costumbre y a otros les molestaba mucho. Las burlas eran por el físico, el nivel intelectual, por no formar parte del grupo. Las víctimas sufrían, incluso lloraban, pero simplemente callaban”, nos cuenta Karla, estudiante del pre Saúl Delgado, en el Vedado. Opina además que los acosados se niegan a denunciar a los victimarios, por temor a las represalias. “Hay algunos profesores que intervienen, otros lo ven como algo normal”.
Eva Laura, de la misma institución, agrega que muchos de los agresores actúan por seguir al grupo. “Los victimarios más que todo buscan mantener cierto estatus. Muchas veces los que lo hacen son los llamados líderes de grupitos, que tienen seguidores”.
Los jóvenes entrevistados expresan que las bromas entre amigos suelen ser frecuentes, como algo normal. Solo cuando se van de esos límites perciben el problema. Alma dice que “hay profesores que sí conocen tu círculo de amigos e intervienen porque se nota que no es la broma habitual, pero hay otros que no saben con quién andas y lo ven como bonche, como costumbre del cubano”.
Prevención oportuna
Jessica Borges, psicopedagoga de ese preuniversitario por más de ocho años, expone que en las escuelas existen grupos de trabajo preventivo para tratar de evitar cualquier suceso que afecte el adecuado desarrollo de los escolares. En las reuniones de padres se abordan resultados docentes y otros asuntos, pero no suele hablarse del acoso.
“En las capacitaciones municipales y provinciales supongo que se haga referencia a ese tema; aunque, por lo menos en mi preparación metodológica, no se ha incluido”, asegura, y añade “que en el centro no se ha detectado ningún caso de acoso escolar en el tiempo que ha trabajado allí”.
Que el tema no se discuta en las reuniones de padres lo confirma la estudiante Eva Laura: “No lo tocan porque supuestamente es un tema sin importancia, un bonche entre adolescentes”, afirma. “Digamos que aquí no se ve mucho, pero lo hay. Si los profesores no se dan cuenta o lo ignoran, no sé”.
Precisamente, es este uno de los mayores riesgos: la falta de percepción del fenómeno. La psicopedagoga Jessica argumenta: “hasta ahora los casos de chucho y bonche entre los estudiantes no pasan de ese margen, como una forma de insertarse al grupo. No se ha convertido en una problemática”.
Al respecto, Mary Carmen Rojas certifica que hasta ahora no existe ningún programa específico para la prevención y tratamiento del acoso. Pero “tiene un componente importante el diagnóstico de caracterización al inicio de cada curso, el cual se actualiza durante la marcha y permite identificar al menor que pueda ser víctima de acoso y a quienes lo ejecutan. En ese tema seguimos trabajando, pues requiere determinados estudios que nos posibilite analizar, del mejor modo, los contextos en los que está ocurriendo”.
Justamente, uno de los inconvenientes que señalan especialistas en el tema y pedagogos estudiosos del asunto es la carencia de investigaciones al respecto, la pobreza de su tratamiento en el espacio escolar y la no detección de casos.
Una cruel diversión
Por un lado, víctimas con baja autoestima, incapaces en la mayoría de los casos de expresar lo que les atormenta; por otro, victimarios deseosos de molestar que tendrán en cuenta no ser sorprendidos en el supuesto bonche.
Consuelo, alumna del Ipvce Lenin, comenta a BOHEMIA que “de los turnos de reflexión y debate se usaron dos para hablar sobre el bullying. Ahí nos dijeron que si veíamos algún hecho de ese tipo debíamos denunciarlo”.
Un centro de vida interna corre mayores riesgos para los escenarios de acoso. De ahí que la familia y los profesores se enfoquen, de manera responsable y oportuna, en reiterarles a los jóvenes a su cargo el imprescindible respeto que debe existir en las relaciones entre becarios.
Félix, también de la Lenin, confiesa que quienes mofan a otros no imaginan cómo se siente la víctima. “No he sido objeto de bullying porque soy una persona que reacciona de una manera distinta a como reaccionan los acosados. No le doy importancia a lo que me podrían decir o hacer, aun así, me molestaría.
“Creo que lo hacen simplemente para divertirse, por tener un momento de alegría, pero creo que es negativo, a pesar de que a veces lo he hecho. Comúnmente estas acciones no se realizan delante de un profesor”.
También Álvaro, otro becado, declara que ha visto casos en que “sin querer se les ha ido la mano delante de algún profesor y a esa persona la han regañado. En los dormitorios es más frecuente porque no están los maestros. Delante de una persona adulta no pasa porque uno sabe que está mal”.
Alexander Naranjo, subdirector de Trabajo Educativo de ese Ipvce, manifiesta que “dentro de la escuela existen los instructores educativos, exclusivamente dedicados a la atención de los estudiantes en las residencias. Este personal tiene entre sus funciones impartir charlas respecto al tema específico del bullying”.
Igualmente señala que el Reglamento del centro incluye el asunto del acoso escolar como una indisciplina grave. Sin embargo, asevera que no existe ni ha existido ningún episodio.
Soportar callados
“Me molestaba excesivamente aquel hostigamiento, era en cualquier lugar de la escuela, sin límite. Me lastimaba más aún cuando era en la calle, y peor cuando un día estaba en la sala de mi casa y pasaron corriendo y me gritaron el apodo”. Así revive Celia aquellos sucesos de su vida adolescente que tanto la han marcado.
“Nunca más me sentí conforme con mi cuerpo ni con mi peso, aunque después con el crecimiento ya no era gorda, pero tampoco una barbie europea. Sin embargo, para mí ese era el patrón que seguía, y vivo aún, con veinte y tantos, esos complejos. Mi autoestima desde entonces ha sido baja. No tuve tratamiento nunca por sufrir acoso, pero sí en varias ocasiones, y siendo adulta, por mi dependencia emocional y falta de autoestima”, lamenta.
Muchos son los testimonios sobre las heridas de quienes sufren en silencio acoso escolar, acto que agrede y en el peor de los casos arruina la personalidad de quienes lo padecen. Algunos especialistas sostienen que siempre deja secuelas, aunque se les dé tratamiento.
De ahí que lo principal sea, desde la familia: transmitir, fomentar y fortalecer ambientes de seguridad en los hijos, para que aprendan a aceptarse y reconocerse.
A las escuelas corresponde propiciar relaciones interpersonales sanas, como parte de los valores que allí deben afianzarse. Al propio tiempo, estar al tanto de quienes violenten normas de convivencia y asumen la práctica de burlarse de sus compañeros. Las historias tristes de las víctimas evidencian que es más frecuente de lo que parece a simple vista.
Hace falta una labor activa frente a los victimarios, y que reciban tratamiento especializado y disciplinario, sin paños tibios. Despertar su sensibilidad y hacerles comprender las secuelas que provocan en compañeros devenidos víctimas.
A quienes sufren el bullying se les lacera una etapa de la vida que es para el bienestar y el crecimiento tanto físico como espiritual. Motivos suficientes para meditar, desde la casa y la escuela, cómo evitar una víctima más de esta cruel inocencia.