Autora: Sonia Jiménez Berrios
Desde el anuncio de la visita a nuestro país de Benedicto XVI, y con mayor énfasis en las últimas semanas, se valora y enjuicia el papel de la Iglesia católica en Cuba en el escenario sociopolítico de la nación.
Para nadie es un secreto que, demanera gradual, prácticamente vencidos resquemores y desconfianzas mutuas, las relaciones entre la institución religiosa y el Estado han ido fluyendo de manera más expedita. Las diferencias y formas de entender y asumir los retos que tiene ante sí el país, así como las posibles demandas de la Iglesia, que la misma pudiera considerar aún no respondidas, no se configuran como obstáculos esenciales en la búsqueda de un diálogo sistemático, basado en la franqueza, seriedad y sinceridad de ambas partes.