Por: María Isabel Domínguez
Tomado de: https://medium.com
Foto: Periódico Granma
Las personas son libres luego de tomar sus propias decisiones y mucho más en campos que atañen a sus vidas individuales y familiares, pero la narrativa social debe arrojar luz a ese rostro de los días.
Debo confesar que nunca me han gustado las telenovelas por dos razones: en general son muy melodramáticas y además tienen un lento ritmo para ir desgranando la historia a cuenta gotas en infinitos capítulos, así es que durante mucho tiempo no he sido parte de sus audiencias. Sin embargo, en los últimos años he considerado necesario darle seguimiento a la novela cubana dentro de mi labor profesional como socióloga que estudia la sociedad en que vivimos hoy.
Las telenovelas son un fenómeno social en muchas latitudes por el público que arrastran y Cuba no es diferente. Desde siempre sabemos que el horario del dramatizado sienta frente al televisor a una parte importante de la población y que los personajes de turno se incorporan a la vida cotidiana como si fueran amigos, vecinos o hasta familiares. No verla es sentirte excluida de una dinámica colectiva y eso para una investigadora social es lamentable. Así es que hace ya algún tiempo también sigo la entrega audiovisual nacional (solo esa porque mi umbral de tolerancia es limitado).
No aspiro a que una producción televisiva de ese carácter, en su condición de obra de ficción, dirigida a un gran público y que tiene entre sus objetivos entretener, sea un programa de orientación social ni solucione de forma didáctica los conflictos de la trama, pero deberían transmitir mensajes educativos aprovechando el lenguaje artístico y la gran influencia en los televidentes, máxime cuando se trata de una producción realizada con presupuesto del Estado, en una televisora pública de un país como Cuba. Ello no siempre es fácil y muchas veces cuestionamos la manera de exponer un conflicto o su solución, pero miramos con benevolencia la obra en el entendido de que no es un programa educativo per se.
El rostro de los días, que recién concluye, se planteó abordar temas de alta sensibilidad en el entramado social cubano actual, e incluso más allá de nuestras fronteras. La maternidad y paternidad responsables, los distintos tipos de familia (monoparentales, reconstituidas, homosexuales), la adopción, el VIH/SIDA, la emigración, el abuso sexual hacia la niñez, la maternidad adolescente. Un menú de alto vuelo.
No voy a hablar de la calidad artística que nutre muchos de los comentarios que he leído — tanto para justificar lo que hemos visto como para cuestionarlo — porque no es mi campo y solo puedo dar opiniones como simple espectadora, pero sí hablaré desde una perspectiva sociológica.
Lamentablemente, el tratamiento de los temas no ha estado a la altura del reto que implicaba y más bien ha enviado mensajes que resultan controvertidos y peligrosos en el momento que se vive hoy, cuando corrientes neoconservadoras disputan derechos ya alcanzados y se mantiene la lucha por derribar barreras que conservan desigualdades y discriminaciones. Comentaré algunos tópicos que fundamentan lo que señalo.