Asimetrías de poder solapan brechas de género en el ámbito laboral

Mirlena Rojas Piedrahita, investigadora del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (Cips).

Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
Por: Dixie Edith
Foto: Cortesía de la entrevistada

Pese a los grandes esfuerzos para incrementar la participación laboral de las mujeres en igualdad de condiciones con los hombres, en Cuba existe una brecha de género ante el empleo que tiende a aumentar. Un fuerte componente cultural machista, que asigna a ellas ocupaciones “típicamente femeninas” o en sectores menos productivos, se combina con el tiempo que dedican las cubanas a las tareas de cuidado y administración del hogar.

Para Mirlena Rojas Piedrahita, investigadora del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (Cips), “el comportamiento diferenciado entre hombres y mujeres, con respecto a un período de tiempo específico, entre grupos humanos o en referencia a determinadas zonas (urbanas y rurales)” es lo que determina la existencia de una brecha. Sobre esas desigualdades abundó la también máster en ciencias y coordinadora de la Red Nacional de Estudios del Trabajo. 

¿Cuáles identificarías como las principales brechas de género que hoy se manifiestan en el ámbito del empleo?

Entre las principales brechas de género en el empleo hoy, en Cuba, destacan las relacionadas con los indicadores correspondientes al mercado de trabajo: la tasa de participación, la tasa de ocupación y la tasa de desocupación.

Al cierre de 2022, la tasa de participación general alcanzó el 65,5 por ciento, lo cual representa 0,7 por ciento menos con respecto a 2020. Para las mujeres, en particular, disminuyó con respecto a sus pares hombres; un comportamiento que se ha mantenido en comparación con años anteriores.

La tasa de desocupación se incrementó en 0,4 por ciento, alcanzando 1,8 por ciento en 2022. En el caso de las mujeres fue de dos por ciento, frente a 1,7 por ciento en los hombres. El aumento de las mujeres desocupadas se corresponde con el solapamiento de personas que trabajan en ocupaciones diversas no reconocidas, desde trabajos informales, eventuales y relativamente precarios, hasta relaciones cuasi formalizadas. Tal es el caso del trabajo invisible de mujeres que se ocupan como cuidadoras o administradoras del hogar.

¿Cómo estas brechas potencian la ocurrencia de diferentes violencias?

Las manifestaciones de violencia en el ámbito laboral se reconocen desde diversas formas, fundamentalmente en correspondencia con el acceso y control del poder.  Se pueden expresar a partir de manifestaciones como el acoso psicológico, la sobrecarga de tareas, el aislamiento laboral, la discriminación a partir de la subvaloración para ejercer un cargo determinado, entre otras. Las violencias psicológicas y simbólicas suelen encontrarse mayormente en dicho ámbito.

Las brechas de género pueden llegar a potenciar manifestaciones de violencia a partir de la falta de reconocimiento social de las mujeres en espacios productivos con mejor remuneración o mejores condiciones de trabajo, con respecto a otros entramados socio-productivos.

Asimismo, la imposibilidad de reconocer el trabajo de cuidados y no considerarlo como una actividad humana fundamental, medio y garantía de vida, también puede potenciar formas de violencia.

¿Hay sectores donde las desigualdades son más evidentes? ¿Cuáles?

En la actualidad, según el informe sobre el comportamiento del empleo en 2022, la proporción de mujeres en el sector estatal se mantuvo en 46 por ciento y en el no estatal en 24 por ciento. Al interior de estos espacios, las brechas de género se comportan según diferenciaciones en cuanto a las categorías ocupacionales: una distancia importante se encuentra en la categoría de dirigentes, la cual no ha superado las 39 mujeres por cada 100 personas.

Algunos estudios de casos reconocen que, en el sector no estatal, ellas ocupan en su mayoría puestos relacionados con los servicios y, en menor medida, son dueñas de los negocios privados.

Si lo analizamos desde la ocurrencia de violencia, este comportamiento puede manifestar daños psicológicos y simbólicos en las mujeres, a partir de la falta de reconocimiento social; su poco poder de actuación en el proceso de toma de decisiones sobre quién hace qué o en qué medida se reflejan las necesidades de ellas ante determinada decisión; cómo se involucran en las estrategias empresariales y hasta qué punto el enfoque de género media las relaciones sociales de quienes forman parte de estos sectores. 

¿Cuáles serían los caminos para atender esta situación?

La prevención es clave para atender las brechas de género y las violencias asociadas, lo cual puede contribuir a evitar nuevos casos y víctimas. En el espacio laboral, por lo general se solapan y se desdibujan a partir de las propias relaciones de poder y las asimetrías que estas pueden generar. Es importante buscar información al respecto, valerse de especialistas en la materia, ser conscientes de la necesidad de su tratamiento.