Comencemos con Gloria, para hablar de Barbie

Gloria (interpretada por América Ferrera) es una mujer de la vida real que añora los tiempos en los que jugaba con la muñeca y su hija. Foto: Póster de la película Barbie

Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
Por. Lirians Gordillo Piña
Foto: Póster de la película Barbie

“Tienes que ser delgada, pero no demasiado delgada. No puedes decir que quieres ser delgada, tienes que decir que quieres estar sana, pero también tienes que estar delgada. Tienes que tener dinero, pero no puedes pedir dinero porque eso es grosero. Tienes que ser la jefa, pero no puedes ser mala”, así comienza el monólogo de Gloria, una madre latina y ejecutiva, que aporta el sello reflexivo a la película Barbie.

En apenas dos minutos de discurso, Gloria habla de violencias, maternidad y esa dualidad esquizofrénica que impone el patriarcado a las mujeres para triunfar dentro de sus reglas: sé la santa y la puta; pero no lo desees, ni lo disfrutes, no te empoderes ni apropies de tu feminidad. Mucho menos armesuna revolución con otras mujeres.

Pero Gloria (interpretada por América Ferrera) no es la protagonista de la historia, aunque su monólogo impulsa el desenlace final.

Volvamos entonces a Barbie (2023). Si usted no ha visto la película, aquí va una breve sinopsis personal: en el mundo perfecto de Barbie Land, no cabe la muerte, ni la imperfección. Pero la “estereotípica”, la original y primigenia, cuyo destino feliz es desfilar sus trajes, sonreír, llenar de música y dicha a quienes le rodean, comienza a tener pensamientos “raros”. En el momento en que Barbie pone los pies en la tierra y ya “no camina de puntitas”, se desata la trama que incluye un viaje de autoconocimiento, lucha de poder, restablecimiento del orden y elección de la humanidad imperfecta y mortal frente al arquetipo idealizado.

En la segunda mitad del filme aparecen Gloria y su hija Sasha, mujeres de la vida real con dos perspectivas opuestas sobre Barbie. La madre es una de las pocas ejecutivas de Mattel —compañía de juguetería creadora de Barbie—, que añora los tiempos en los que jugaba con la muñeca y su hija.

Pero Sasha, ya adolescente, tiene una opinión muy diferente del mundo lúdico y rosado; sin embargo, su crítica se presenta como radical y apabullante.

“Si te gusta Barbie, esta película es para ti. Si odias a Barbie, esta película es para ti”, así concluye estratégicamente el tráiler que inunda las redes. Con mucha lucidez, la campaña de comunicación reconoce y asume la polémica y las críticas históricas hechas a la muñeca. Así logra llamar la atención y “participar de la conversación” para reconfigurar el arquetipo hegemónico y, por tanto, que Barbie vuelva, ¿para quedarse?

Como un temporal rosa, la campaña de márquetin ha promovido el debate, la polarización, el entusiasmo y millones de dólares en ganancias. Si quieres estar en la onda, súmate a la fiebre del verano Barbie que se ha extendido desde las primeras noticias sobre su producción y rodaje, hasta el estreno en diferentes países. Hay quien habla de una campaña publicitaria 360 grados, de las más exitosas en los últimos tiempos. Lo cierto es que noticias, memes, performances, retos, lluvia de críticas a favor y en contra recorren medios de comunicación y redes sociales.

La comedia, llena de sátira e ironía, ha sido un éxito en taquilla. No solo por su campaña, también por su público meta (las mujeres) y por el gancho que representa denunciar los costos de un tipo de feminidad en el patriarcado capitalista y liberal.

Sin dudas, el contexto actual ha sido muy bien aprovechado. Ante la avalancha neoconservadora y anti derechos, existe una mayor presencia y movilización de grupos de mujeres y feministas en el mundo y también en Estados Unidos. A la vez, en los medios de comunicación y la esfera pública es más frecuente encontrar exigencias de mayor diversidad en la representación y “se usa” visibilizar el empoderamiento de las mujeres, más bien de algunas de ellas.

Un gran número de reseñas asumen el filme como una crítica al monolito patriarcal y la misoginia.

Utilizar el feminismo como etiqueta también ha sido un atractivo, bajo el principio de: no importa qué se diga, pero que hablen.

La mayoría de los titulares y las críticas pueden resumirse en dos posturas: “Barbie es feminista”, “Barbie no es feminista”. Juntar en una oración la palabra feminismo con la muñeca, para la reivindicación de ambas, es un suceso sin precedentes.

¿Es una contradicción o una estrategia de mercado? En un contexto de polarización es muy tentativo caer en las respuestas absolutas, pero voy a resistirme.

Por una parte, dicen que, si sigues la ruta del dinero, más en un mundo capitalista, encontrarás quién manda y también quién se beneficia. La facturación de la taquilla en cines, hasta el 6 de agosto de 2023, había superado los mil millones de dólares.

La instrumentalización de los derechos de las mujeres y sus luchas, de sus aportes al pensamiento, la política y la ética, desde los distintos feminismos, es un peligro constante. Y la ruta del dinero nos alerta de ello.

La película reivindica a la muñeca que ha vendido un arquetipo de mujer de éxito por más de 60 años (delgada, rubia, blanca, sexy y siempre disponible) y, por transitividad, beneficia a un negocio que se ubica entre las compañías de juguetes más grandes del mundo, con un patrimonio de cinco mil millones de dólares.

Entonces, ¿Barbie hace aportes a la lucha feminista o ha vuelto a contaminar y empaquetar sus significados? Quiero hacer un alto y decir que una película —más una del mainstream— no está pensada para ser un ensayo filosófico, ni es sólo lo que nosotras interpretemos. Pero sí es un producto de su época y, sobre todo, posibilita la construcción, deconstrucción y reivindicación de arquetipos.

Sí, Barbie propone una mirada que subvierte el mundo patriarcal de los juegos para niñas, en el que nacemos aprendiendo a ser madres. En la escena inicial, en la que se parodia una reconocida obra de arte cinematográfica, un grupo de niñas destruye a sus muñecas bebés cuando aparece la figura adulta y esbelta de Barbie en traje de baño.

Pero la película no puede borrar la historia de la muñeca y su impacto en generaciones de niñas. Si bien hoy se rescata su versatilidad y ediciones con disímiles oficios y profesiones, el estreno del filme ha vuelto a traer análisis que señalan su impacto negativo en las infancias, principalmente en la autoestima y la imagen corporal.

Por más de 60 años, la muñeca ha impuesto un patrón de belleza irreal e inalcanzable para la mayoría de las niñas, adolescentes y jóvenes. Varias fuentes refieren que debieron pasar 20 años (década de los ochenta) para que Mattel produjera las primeras muñecas negras e hispanas, con los mismos rasgos arquetípicos que la original. No pude encontrar para este artículo el tamaño de esas producciones y su distribución por mercados; pues sí, usted puede diseñar y producir muñecas diversas, pero ¿a qué escala, cuál estrategia de mercado y márquetin las posicionó? Barbie ha representado más de 200 profesiones y con el logo “sé lo que quieras ser” la empresa busca ampliar sus mercados.

También recuerdo a la feminista y periodista cubana Isabel Moya, quien nos prevenía de asumir a priori que las rubias, hermosas y que usan tacones son superficiales o una carcasa vacía. Todo estereotipo que minimice, encorsete y reduzca a las mujeres no debiera ser una apuesta feminista.

Entonces sí, Barbie y el arquetipo que personifica, también tienen derecho a ser reivindicados.

Sin embargo, la trampa puede estar en asumir como sinónimos womanhood/feminidad, feminidades y feminismo. Y la película es clara sobre la experiencia de ser mujer a la que le habla.

Volvamos al inicio de este comentario: resalté con intención tres palabras: delgada, dinero y jefa, que se traducen, en esa visión capitalista y neoliberal, en: belleza hegemónica, éxito material y poder individual sobre otras personas. A esa feminidad se refiere Barbie.

“Estoy tan cansada de verme a mí misma y a todas las demás mujeres enredándose en nudos para gustarle a la gente”, dice Gloria al final de su monólogo.Sí, en el monólogo de Gloria se critica la exigencia a las mujeres de que sean perfectas, bellas y exitosas, pero esto es una realidad cotidiana y natural en Barbie Land. Contradictorio, ¿no?

Es bueno y vital que se hable de esas presiones imposibles de cumplir en una película con semejante alcance. Sin embargo, se confunde, diluye y despolitiza —con una estética pop alegre, desde la ironía y el humor— el enfoque interseccional, haciendo parecer que, sólo mostrando cuerpos diversos, colores de piel diversos y también capacidades diversas se desmontan los entrecruzamientos cómplices de la discriminación heteropatriarcal, racista e imperialista.

Solidaridad y hermandad entre mujeres similares que comparten un estatus económico —como es el caso de Barbie Land—, tampoco es sinónimo de sororidad. Defiendo el sentido político y transgresor de ese término que se constituye como un pacto colectivo de apoyo mutuo, para la emancipación colectiva. En el filme, las mujeres no compiten entre ellas —y eso es fantástico— más bien colaboran y se unen para enfrentarse al patriarcado de los Ken; pero pensar la sororidad sin la interseccionalidad me resulta inviable.

Sí, la película denuncia el absurdo del patriarcado, demuestra que es una estructura creada y una cultura aprendida, lo ridiculiza constantemente en letras grandes y neón. De aquí la virulencia de las críticas más misóginas. Pero en ese mundo ideal de empoderamiento femenino que reproduce, sólo se cambia un sujeto por otro y el feminismo no es hembrismo. Es cierto que en Barbie Land no existe el acoso contra las mujeres, se detiene la violencia masculina y ellas lideran. Pero ahí tampoco hay paridad, no se comparte con los hombres ningún espacio de participación y poder, ellos no hacen nada, solo “playean”.

Barbie es un filme para pensar en los arquetipos, para verlos desde una mirada que apuesta por “mujeres al poder” y que cuestiona masculinidades y relaciones tóxicas. Es una película de gran alcance, que se burla del patriarcado. Pero lo hace en medio de una estructura social y una cultura simbólica que no cambia demasiado las reglas: eso sí es peligroso.

Lo bueno ha sido la oportunidad de abrir una conversación, de debatir y confrontar ideas. El peligro —si se revisan los análisis y las voces con mayor repercusión— es el desbalance en los análisis que diluyen y despolitizan el feminismo, su diversidad y complejidades.