
Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
Por: Dixie Edith
Información pronta y precisa, acceso a estadísticas, contar las múltiples historias humanas detrás de la violencia sin revictimizar a quienes las sufren… Esos y otros muchos que merecen miradas y aprendizajes detenidos se encuentran entre los principales desafíos que se posicionan cuando se habla de sacar las violencias, en particular las de género, del espacio privado a la agenda pública.
En los últimos meses de 2021 y estos primeros de 2022 se ha hablado mucho de la “Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar” y las puertas que abre hacia una cultura de derechos e igualdad de género. Aprobada mediante el acuerdo 9231 del Consejo de Ministros a fines de 2021 y publicada el 9 de diciembre en la Gaceta Oficial de la República, la estrategia define acciones para atender y prevenir el maltrato desde múltiples espacios. Especialistas como la socióloga Clotilde Proveyer, quien coordina el equipo asesor de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) para estos asuntos, reconoce que entre los elementos transversales y más retadores se incluye combatir la cultura patriarcal y educar para un cambio de imaginarios, patrones y valores sexistas que hoy permiten la reproducción de la violencia, la ocultan y naturalizan.
Justo en ese sentido la educación y la comunicación se perfilan como caminos imprescindibles y urgentes, pero solo si los entendemos no desde el mero acompañamiento informativo a la implementación de la estrategia; o desde el discurso aleccionador y a menudo excesivamente didáctico que muchas veces suele capitalizar los mensajes promocionales o de bien público. La comunicación que implica también el establecimiento de canales de intercambio de información en las comunidades, de acciones para el logro de una cultura jurídica en la población, de trabajo intenso con quienes crean y diseñan la oferta audiovisual nacional en sus múltiples variantes, por solo citar algunos ejemplos, debe ser en este caso proceso y no salida; o sea, no “eso” que hacemos después para contar lo que ya pasó, muchas veces descontextualizado y con retraso.
¿Dónde estamos?
¿Está la violencia de género hoy en la agenda pública y en la de los medios de comunicación? Si trazamos una línea comparativa, por ejemplo, con la situación de una década atrás, debemos reconocer que es un camino en el que se ha avanzado. Hoy se reconoce en el país la existencia de todas las formas de violencia y la necesidad urgente de su prevención y atención.
Pero esa visibilidad a menudo va acompañada de la reproducción de estereotipos sexistas o abordada desde una mirada más informativa y superficial y mucho menos desde la investigación que articula causas y análisis más profundos, según confirman investigaciones recientes realizadas por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM) con el acompañamiento de OXFAM y del propio Servicio de Noticias de la Mujer de América Latina y el Caribe (SEMlac).
Así, en muchos trabajos periodísticos se utiliza alguna estadística, pero se sigue tendiendo a relativizar la presencia de violencia en Cuba comparando con otros contextos, muchas veces de manera inferencial; el maltrato machista se sigue viendo como hechos aislados y no desde su carácter estructural y su connotación social, con lo cual tampoco se suele relacionar la presencia de relaciones desiguales de poder entre sus causas.
Igualmente, se siguen reproduciendo mitos que tienden a la justificación del hecho o la revictimización (celos, presencia de alcoholismo, juicios sobre el comportamiento de las víctimas, entre otros), y desde la oferta cultural se imponen y naturalizan patrones de amor romántico y noviazgos tóxicos que capitalizan las construcciones simbólicas de celebraciones como la del muy reciente 14 de febrero. Las investigaciones también arrojan poco conocimiento y prevalencia de creencias que perpetúan la subordinación e inferiorización femenina y de otros grupos de personas que rompen los estereotipos patriarcales.
En los medios de comunicación, además, no abunda la visibilización de posibles soluciones, herramientas de enfrentamiento o recomendaciones relacionadas con servicios o espacios a los cuales acudir en busca de ayuda y orientación.
En general, existe poca sistematicidad y articulación de las plataformas mediáticas a la hora de visibilizar y atender la problemática de la violencia.
Cinco desafíos para comunicar la violencia
¿Qué hacer desde la comunicación para que la implementación de la estrategia no quede en letra muerta? ¿Cómo acompañar los esfuerzos nacionales en este camino? En un apretado ejercicio de síntesis, podrían identificarse cinco desafíos urgentes, entre otros muchos a tener en cuenta.
- Capacitación y sensibilización: urge preparar a las personas que están involucradas en la educación, la comunicación, la producción de arte y, en general, a quienes gestionan la oferta cultural en su sentido más amplio, no solo para comunicar las violencias sino también para ir desmontando las resistencias culturales que existen en el imaginario colectivo, heredadas de siglos de dominación patriarcal. Un punto especialmente retador es capacitar también en un uso responsable y seguro de las redes sociales, donde cada vez es más común el uso de la violencia simbólica, las expresiones de odio y el acoso.
- Articulación y coherencia: es necesario compartir un lenguaje y objetivos comunes desde todas las plataformas comunicativas. No debería ocurrir que, en un mismo espacio informativo, por ejemplo, convivan un programa o columna periodística especializada en género y otro donde asoma, una y otra vez, la oreja peluda del patriarcado. O sea, que aquello que se construye con las manos, luego se destruye con los pies. La comunicación sobre género debe ser transversal y no solo en espacios especializados, para así alcanzar a públicos que no están sensibilizados.
- Inmediatez y disponibilidad de información: hay que contar la violencia y debe hacerse desde la investigación y la disponibilidad de estadísticas, los datos y el conocimiento para visibilizar sin revictimizar; desde la respuesta pronta y no dilatada. Ante la naturalización de este fenómeno, que lleva a las personas a reconocer más el abuso físico que el psicológico o sexual, un reto para la comunicación es posicionar la violencia de género como un problema social, que afecta el ejercicio de derechos básicos.
- Sistematicidad: No vale abordar el problema solo de jornada en jornada; o cuando algún evento o investigación pone a la violencia en agenda. La violencia ocurre todos los días, de múltiples maneras, por tanto, necesita ser parte de la agenda pública también para prevenirla y atenderla de manera sistemática.
- Visibilidad de acciones y respuestas: Urge, desde los medios, visibilizar las soluciones y herramientas de enfrentamiento a la violencia. Mostrar caminos, vías de salida, soluciones, acciones.