Tomado de: www.ipscuba.net
Foto: Jorge Luis Baños/ IPS
Sacar lecciones de los tiempos de covid-19, las políticas públicas adoptadas y sus impactos en la agudización de las brechas de género para revertir los retrocesos serán misiones en la etapa pospandémica, tanto para Cuba como para América Latina y el Caribe.
Según un análisis de las medidas aplicadas en la mayoría de los países del mundo, estas tienen un efecto multidimensional, sobre todo en las vidas de las mujeres, generalmente responsables de los cuidados y las labores domésticas.
Para la profesora Magela Romero, de la Universidad de La Habana, brechas de equidad basadas en género “que se creían superadas y acortadas, se han ensanchado aún más”.
“El eslogan que caracterizó la primera etapa de la pandemia y ha seguido enfocando las estrategias gubernamentales, Quédate en casa, supuso medidas que impactaron de forma contundente las dinámicas de las mujeres intensificando sus jornadas”, dijo Romero en un panel virtual sobre políticas públicas y brechas de género en pandemia.
Afectaciones a las dinámicas de las mujeres
En su intervención en el espacio organizado a fines de agosto por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), la académica cubana valoró cómo cambiaron las dinámicas femeninas cotidianas, con “más estrés, más sobrecarga, más inequidad y con un costo importante en sus autonomías económicas”.
Respecto a los impactos del cierre de las escuelas en las madres, apuntó que esto implicó “el cuidado de hijas e hijos 24 por 24, asumir aprendizajes desconocidos, disponer de menor tiempo, conectar sus agendas a las teleclases y, a su vez, garantizar cambios de dinámica de niñas y niños, sus espacios de aprendizajes y esparcimiento”.
De acuerdo con Romero, aunque existe diversidad de formas de vivir en la región, diferentes políticas priorizaron o estimularon el retorno a la casa de las mujeres también en el contexto cubano.
Asimismo, enfatizó en la desigualdad en términos de participación en las tareas domésticas y de cuidado.
Estadísticas previas a la covid-19 revelan que en América Latina y el Caribe el 73 por ciento de la población femenina contribuía en estas tareas, contra 27 por ciento de hombres. En Cuba ellas dedican a las tareas del hogar 14 horas semanales, a diferencia de los hombres, ejemplificó Romero.
Pendiente: participación corresponsable en los cuidados
La también integrante de la coordinación de la Red Cubana de Estudios sobre Cuidados señaló que los tiempos y las sobrecargas se complejizan en un contexto en que las medidas no están enfocadas en un acortamiento de brechas, la estimulación de una participación corresponsable de la familia y de las comunidades.
Por otra parte, apuntó que el cierre de los servicios de rehabilitación, cuidados y consultas para tratamientos no urgentes determinó una alta posibilidad de que coincidieran en las casas rutinas de cuidadodependencias de grupos etarios diferentes, que demandaban cuidados diversos, lo que también representa un aumento de los tiempos para cuidar.
No pueden desconocerse tampoco en la región ni en Cuba los elevados niveles de envejecimiento y de personas ancianas que viven solas, a las que la familia, sobre todo sus mujeres, debían atender en medio de la paralización del transporte y cuando la mejor estrategia era el aislamiento físico.
En Cuba, expuso Romero, en la etapa más reciente de enfrentamiento a la pandemia se hicieron cambios en los protocolos que, a diferencia de lo sucedido hasta julio, establecieron la permanencia en el hogar de contactos de casos positivos y sospechosos de haber contraído el virus, que impactan en un contexto de feminización de los cuidados directos e indirectos.
Un ingreso en las casas complejiza aún más las dinámicas de quienes quedan no solamente al cuidado de las personas enfermas, sino también a cargo de prevenir el contagio del resto de los integrantes de esos núcleos familiares, consideró.
Para el después
A juicio de la profesora, en la etapa pospandémica las brechas deben tener un análisis interseccional, no de manera desconectada, sino superpuesta, en función de profundizar en las condiciones de partida de determinados grupos y personas.
“Es importante que nos preguntemos cómo vamos a analizar las brechas, en qué medida los análisis entrecruzados van a permitir identificar cuáles son los grupos más vulnerables, los que hay que potenciar e identificar, los actores que se van a responsabilizar con la medición de las brechas y el acompañamiento de las políticas o estrategias que puedan darle seguimiento a esa situación”, recomendó.
Además, consideró preciso saber para qué medir las brechas: “si es para transformar y definitivamente volcarnos en el cambio que necesitamos”, para una transformación radical de lo que ha sido la división sexual del trabajo como condición estructural de las inequidades. (2021)