Por: Claudia Castilla
Hay días en que los acontecimientos se suceden en una danza de detalles, que al juntarlos, te brindan una imagen casi perfecta. No son detalles obra de la casualidad, ¡no pueden serlo!
El pasado 10 de diciembre mientras el mundo –y Cuba- celebraban el día Internacional de los Derechos Humanos, mientras aparecía en las primeras planas de los medios de prensa nacionales e internacionales la imagen de Raúl Castro y Obama estrechándose las manos –seduciendo a la esperanza -, mientras tenía lugar el sepelio de uno de los más grandes hombres que ha conocido la contemporaneidad –conmoviendo a la mismísima tristeza-, el CIPS se preparaba para celebrar la última de sus actividades por sus treinta años de existencia.
Casualidad pensaran muchos, … preferimos pensar, como diría el poeta, que “el azar se nos iba enredando, poderoso, invencible” .
Iniciaba la mañana y los salones del Memorial José Martí en La Habana se preparaban para el acto de entrega de la Medalla XXX Aniversario del CIPS a trabajadores actuales y ex -trabajadores de nuestro Centro, así como a colaboradores, que a lo largo de tres décadas han dejado sus huellas en la Institución.
Amigos y amigas, colegas, colaboradores, ciperos jóvenes y no tan jóvenes se reunían, y para todos y todas, la historia, la identidad, el camino transitado, re-encontraba y reafirmaba su sentido.
Sí hubo mucha emoción, más de una lágrima, y hasta los callados y privados suspiros; había también alegría, la alegría de los re-encuentros, la alegría de la historia que se recupera y se multiplica, la energía de la certeza de una continuidad, de la articulación, del sueño hecho a mano –a muchas manos-.
Quedan como testigos de este día, también las fotos que compartimos con todos y todas: