Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
Por: Lisandra Fariñas
Foto: SEMlac Cuba
Estudios genéticos en Cuba muestran que 39 por ciento de los hombres y mujeres del país descienden de una mujer africana. Dato que, en opinión de la doctora Beatriz Marcheco Teruel, directora del Centro Nacional de Genética Médica, habla también de la deuda que aún tenemos como país con ese legado.
“Casi uno de cada dos cubanos, entre 270 y 500 años atrás, tiene una mujer africana en su línea materna”, explicó la especialista durante la presentación de la investigación que, por tres lustros, unió a varias instituciones científicas cubanas y extranjeras en el análisis de la composición genética de alrededor de 10.000 personas de la nación caribeña.
Sin embargo, en el último Censo de Población y Viviendas (2012) sólo 9,3 por ciento de las personas encuestadas se declarara como negro y 26,6 mestizo; un hecho que varios investigadores leen como una expresión velada de racismo.
La genética, no obstante, nos ofrece una población cubana más diversa, donde están presentes 105 de los 110 tonos de piel que hasta hoy están comprobados científicamente a nivel internacional.
El estudio del genoma cubano por dentro
La indagación nació por la preocupación de un equipo de neurólogos que veían que a las consultas por demencia acudían más personas de piel blanca que mestizas y negras, de manera que surgió la pregunta de si existía algún tipo de relación desde el punto de vista genético, relató la doctora Marcheco Teruel.
Las técnicas modernas nos permiten interrogar a nuestros genes sobre la historia que nos precede, comentó la experta durante el taller “Legado africano de la mujer cubana: lecciones aprendidas desde el estudio del Genoma Cubano”, efectuado en la Universidad de La Habana, en el contexto del Día de la Mujer Afrodescendiente (25 de julio) y de la II Jornada de Articulación Afrofeminista.
Cada uno de nosotros es el resultado de 23 cromosomas de nuestra madre e igual número de nuestro padre, detalló. Este es el ADN nuclear, pero existe también el ADN mitocondrial, el cual solo lo recibimos de nuestras madres, dijo la genetista.
Ello posibilita, agregó, que todos tengamos una especie de cuño que nos conecta con nuestras madres por generaciones y que se pueda rastrear el llamado linaje mitocondrial, para ubicar nuestros orígenes en determinadas zonas geográficas. De igual modo ocurre con el cromosoma Y, presente en los hombres, apuntó.
“Los datos promedio de la mezcla genética de los cubanos, tomados a partir del estudio de alrededor de 10.000 personas, nos permiten decir que somos aproximadamente 70,3 por ciento de origen europeo; 20,2 por ciento de origen africano; 8,1 por ciento amerindio (que pertenece a uno de los pueblos que habitaba el continente americano con anterioridad a la llegada de los europeos) y 1,3 por ciento asiático”, precisó la experta.
Esto no es homogéneo en todo el país, del mismo modo en que se dieron los procesos históricos a lo largo de la geografía nacional, añadió la genetista.
Los genes europeos predominan en las regiones occidental y central, mientras que las contribuciones africanas están más representadas en el oriente de la isla. En tanto, los genes asiáticos y amerindios igualmente coinciden con una mayor presencia en el oriente y centro del país, acotó Marcheco Teruel.
En cuanto a las contribuciones de África, los cubanos se relacionan con poblaciones de Ghana, Costa de Marfil, Mali, Burkina Faso, así como del Congo y Angola, coincidiendo con los flujos de la trata de los cerca de 980.000 africanos esclavizados que trajeron a la isla.
De forma general, puntualizó la doctora, los linajes mitocondriales de las personas que participaron en el estudio nos llevan a que 39 por ciento de los cubanos tenemos en nuestros orígenes una mujer africana; 35 por ciento una mujer amerindia y solo 26 por ciento una mujer europea.En el caso específico de los hombres, 17,7 por ciento de los cubanos desciende de un padre africano y 81 por ciento procede de un hombre europeo.
Estos resultados, señaló Marcheco, fueron avalados por los historiadores que participaron en la indagación, quienes argumentaron que en los primeros dos siglos de la conquista no vinieron prácticamente mujeres a Cuba; luego, el porcentaje de las que llegaron desde Europa fue muy inferior al de los hombres.
Además, permitió comprobar que contrario a lo que se pensaba, sí quedó la herencia del pasado amerindio de la isla, donde hubo un genocidio de la población nativa durante la conquista, pero sus habitantes no llegaron al exterminio.
Demuestra, sobre todo, que tenemos una deuda con el conocimiento y la visibilización de ese legado africano y también del legado amerindio, subrayó.
Más allá de la genética
Más allá de la genética, la doctora Marcheco recordó en su presentación las condiciones denigrantes en que vivía la población negra en Cuba, tanto quienes eran esclavizados, como las humillaciones a las que eran sometidos los libertos.
“Entonces, los puntos de partida de los grupos de población por color de la piel no son los mismos”, enfatizó la especialista, para quien queda un largo camino por recorrer, aun cuando la política del país es igualar las oportunidades de acceso a los beneficios. “No todos salimos del mismo lugar”, subrayó.
Francisco Pichón, coordinador residente de las Naciones Unidas en Cuba, recordó que estudios recientes de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) revelan que las personas negras y mestizas están menos representadas entre quienes acceden a la educación superior, a puestos de dirección, a ocupaciones de mayores ingresos…; pero son mayoría en viviendas improvisadas, en la población en situación de vulnerabilidad y en el trabajo informal, ejemplificó.
Realmente, somos mestizos y la lógica dictaría que por tanto no seríamos racistas, pero la lógica no es pragmática y en Cuba sí existe un culto al blanqueamiento, a la europeización, consideró el doctor Rolando Renzoli, vicepresidente de la comisión Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Es un tema sobre el cual trabaja el Programa Nacional contra el Racismo y la discriminación, añadió.
Para la epidemióloga Rosaida Ochoa, la sociedad cubana necesita que se le hable de estos temas, no con discursos vacíos, sino desde la cultura y la salud, dos ámbitos que llegan muy bien a la población en todos sus estratos, abundó. Resalta que, desde las investigaciones en el campo de la salud en la isla, todavía el color de la piel no es una variable importante, aun cuando las estadísticas de mortalidad contienen alertas sobre como enferma y muere esta población, dijo.
Al respecto, la doctora Silvia Martínez Calvo refirió que un estudio realizado en una población de 398 mujeres fallecidas (blancas, negras y mestizas) en 2019, en La Habana Vieja, reveló la elevada tasa de mujeres negras que murieron por las cuatro primeras causas de defunción en el país: enfermedades del corazón, tumores malignos, enfermedades cerebrovasculares, e influenza y neumonía. “El problema comienza por cómo viven las mujeres negras en Cuba”, remarcó.
Hay que romper el miedo a declarar la situación que tiene la población cubana por su color de la piel, afirmó la doctora Patricia Varona. La epidemióloga comentó indicadores que arrojó la Encuesta Nacional de Salud (2020), donde las mujeres negras están por encima de las blancas en cuestiones como el consumo de alcohol, obesidad, fecundidad adolescente, hijos prematuros y bajo peso al nacer.
La activista e investigadora Gisela Arandia alertó sobre el peligro de hablar del mestizaje, sin aludir a los elementos sociales que condicionan la vida de las personas. Somos genéticamente mestizos, pero desde la hispanidad se ha formado un modelo político del mestizaje, que emplea esa idea para conducir al pensamiento de que no hay necesidad de luchar contra el racismo.