Tomado de: www.ipscuba.net
Foto: Jorge Luis Baños_IPS
“¿Cómo se percibe la relación género/ruralidad? ¿Cuáles son las principales desigualdades que vivencian las mujeres rurales en el país?” son algunas de las preguntas que responde el artículo “Género y territorio como ejes de desigualdad”, publicado en diciembre de este año.
El material de la profesora e investigadora Ana Isabel Peñate se acerca a la situación de las mujeres rurales en el país, a partir de una experiencia llevada a cabo por el área de Desigualdades sociales y políticas de equidad, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en su Programa Cuba.
Publicado en el boletín número 2 del Grupo de Trabajo “¿Qué desarrollo? Diálogo academia y política”, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), el texto insiste en que generalmente se brinda una imagen homogénea y estereotipada de las mujeres rurales, en tanto no se consideran sus especificidades como agentes de y para el cambio y el desarrollo social.
Realidades
“En ocasiones, se invisibilizan las vulneraciones a las que son sometidas tanto en ámbitos privados como públicos, así como algunos ejes de desigualdades que en ellas confluyen como el género y el territorio”, indica la autora.
En este sentido, la académica explica que sus consideraciones parten de los resultados encontrados en el foro “Escenarios de políticas y grupos vulnerables: mujeres rurales”, que se efectuó entre octubre y diciembre de 2020.
Bajo esta mirada analítica de especialistas en el tema y las vivencias de las propias mujeres rurales, el estudio concluyó que se identifican la existencia de desigualdades en el acceso al empleo y a la gestión de la tierra, la tenencia de activos físicos y financieros, el acceso a las tecnologías, la movilidad desde sus comunidades a las cabeceras municipales o ciudades, el cuidado y protección de la salud y el bienestar, entre otras.
“Predomina una división sexual del trabajo que ´privilegia´ el ámbito doméstico para las mujeres y la realización de trabajos no remunerados como aquellos asociados a las ayudas familiares y los cuidados”, argumenta la autora.
Asimismo, suma que las mujeres rurales no cuentan con las mismas oportunidades de empleo que los hombres, en la misma medida que tienen una baja presencia en la gestión y el control de la tierra, especialmente en el sector no estatal y no son favorecidas con créditos.
“Las mujeres rurales carecen de autonomía, a la vez que se mantiene su dependencia de las figuras masculinas en relación con títulos de propiedad (vivienda, autos) y derechos patrimoniales que tienen una estructura patrilineal, lo cual las perjudica fuertemente”, considera la experta.
Peñate valora, igualmente, que existe una exposición a factores de riesgo que tiene que ver con “el no autocuidado y con el uso del tiempo que se dedican a sí mismas, en la medida que no imponen límites, ni comparten roles con los otros miembros de la familia”.
Políticas públicas
Por otro lado, la autora visibiliza el impacto positivo de las políticas públicas en la situación socioeconómica y cultural de las mujeres.
“El acceso a la salud, la educación, al empleo y a la seguridad social han favorecido su inserción en los ámbitos económico, político y social y en los procesos de desarrollo”, reflexiona Peñate.
De igual forma, aborda como escenarios favorables la implementación del Programa Nacional para el adelanto de las mujeres (PAM) y la Estrategia de Género del Sistema de la Agricultura.
Sin embargo, alerta que continúan los cimientos de una cultura patriarcal, plagada de estereotipos y prejuicios sexistas y estigmatizantes.
“Es perentorio un enfoque y un actuar incluyente, que tome en cuenta diferentes ejes de desigualdad desde una mirada interseccional, que aporte a las políticas públicas lecturas particulares y focalizadas, sin renunciar a su carácter universal”, indica.
Por ello, la docente insiste en “promover la igualdad de género a todos los niveles en la sociedad cubana como una prioridad que debe estar presente en todas las personas en cualquier instancia de decisión donde se encuentren”.
“Es necesario tener en cuenta que no hay un único tipo de mujer rural; es importante considerar esta heterogeneidad para aplicar políticas de equidad que superen las desventajas; diseñar e implementar políticas inclusivas con estrategias de focalización, que potencien las capacidades y participación de las mujeres rurales”, concluye la investigadora. (2021)