Frente a la pandemia del Covid-19 en los mundos rurales latinoamericanos

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Tomado de:  www.clacso.org

A los 10 días del mes de la Pachamama, Abya-Yala, Planeta Tierra

La crisis a escala planetaria provocada por la expansión inusitada del Covid-19 nos obliga a repensar el propio carácter de la crisis civilizatoria, multidimensional y ambiental que sacude el mundo contemporáneo. 

Nos faltan aún herramientas cognitivas para comprender en profundidad lo que está sucediendo en nuestras vidas cotidianas en general y en los mundos rurales en particular. Como han venido planteando los pueblos latinoamericanos, esta crisis sanitaria global anida en las crisis precedentes: ecológica, civilizatoria, económica, social y política. Crisis que ahora se acentúan y amenazan permanentemente la vida en todas sus formas.

Este desequilibrio del orden mundial expresado en una emergencia sanitaria impacta, además, en otra esfera muy problemática: la de los cuidados a niñxs, adolescentes, personas dependientes y personas mayores. Se pone de manifiesto aquello que las mujeres, el movimiento feminista y los pueblos y nacionalidades habían planteado hace décadas sobre el trabajo no remunerado, aquel que no sólo genera riqueza sino que sostiene la vida humana y no humana, y que permite que se mantenga la ecodependencia. Esta crisis evidencia el abandono sistemático de los Estados en torno al cuidado, y su delegación a las mujeres trabajadoras, que realizan trabajos esenciales en condiciones de precarización, sobrecarga laboral y violencias machistas. Esa delegación se arguye colocando a las actividades de cuidados en la esfera del mundo privado y, a la vez, femenino. Compartimos desde nuestros trabajos, militancias e investigaciones con economías campesinas y mujeres de las ruralidades y sabemos que en este contexto de pandemia la intensificación del trabajo de cuidados así como las desigualdades en torno a ellas ha aumentado. Si antes de este momento ya existían pocas posibilidades de garantizar vidas dignas, en estos tiempos extraños, inciertos y extraordinarios esto se ha agudizado ante la imposibilidad de garantizar muertes y duelos dignos, como viene sucediendo en diferentes países de Nuestra América. De esta manera, la consigna “quédate en casa” es posible sólo para algunxs, resultando excluyente para muchas poblaciones, especialmente los sectores populares, las mujeres e infancias, trabajadorxs y campesinxs, pueblos indígenas y afrodescendientes que se encuentran escasos de recursos materiales para la sobrevivencia digna y el acceso a los sistemas de salud. En este marco, las élites latinoamericanas nos muestran su rostro más criminal: nuestras vidas no les importan.

La crisis pandémica desnuda y agudiza otras crisis que ya se encontraban en marcha: reaparece en el centro de la escena política latinoamericana y global la cuestión alimentaria. Se nota de forma cada vez más directa que el sistema agroalimentario del modelo de agronegocios no puede por su propia dinámica garantizar la seguridad alimentaria de los países, ni que decir de la soberanía y autonomía alimentaria de nuestros pueblos. La concentración, acaparamiento y despojo de la tierra y los territorios campesinos, indígenas y afrodescendientes se acentúa y provoca desabastecimiento de alimentos por la producción masiva de commodities para el mercado global y para los agrocombustibles; genera hacinamiento en las grandes ciudades producto de la migración del campo a la ciudad por falta de acceso a la tierra y al trabajo digno; concentra enormes ganancias en muy pocos actores: grandes empresas transnacionales de semillas, de agroexportación, distribución y acopio, sumadas a las corporaciones financieras que utilizan a la producción agropecuaria y las tierras como meras mercancías especulativas.

Aunque el Covid-19 sigue arrasando a nuestras poblaciones, se avizoran planes y salidas a la crisis post pandemia. Las soluciones propuestas se parecen demasiado a viejas recetas conocidas en los territorios rurales de América Latina: profundizar la explotación intensiva de la Naturaleza. El extractivismo busca nuevas legitimidades ahora con la excusa de que es la única opción posible para reactivar las castigadas economías latinoamericanas. Los agronegocios, la megaminería, los hidrocarburos convencionales y el fracking, el litio y los grandes emprendimientos forestales sostienen su presencia, esta vez como una solución (aparente) para salir del laberinto de la soledad y el confinamiento post pandémico.

Frente a estos escenarios, nos interrogamos cómo desde los mundos rurales podemos empezar a hilvanar alternativas desde el campo de lo posible y reducir la incertidumbre que nos envuelve como una kamanchaca, como una niebla espesa y oscura. 

El Covid 19 y el encierro obligatorio pone en evidencia el cercamiento del mundo replegado sobre nosotrxs mismxs. Los lazos de comunidad o la potencialidad de sus construcciones se ven cortados, amenazados y/o sin capacidad de fortalecimiento en los mundos rurales, aquellos en los que compartir la tierra, el hábitat y las costumbres comunitarias son los pilares de la organización, la resistencia y sobrevivencia frente al avance del capital. Ante esto, apostamos a una reconstitución con nuestras capacidades autónomas, de una manera plural pero tejida, ello implica pensar la complejidad de lo rural desde los territorios tanto en la vida de los colectivos como de los individuos y generaciones.

En estos tiempos como en otros, sucede que cuando los territorios quedan solos y el Estado no da respuesta, aparecen las solidaridades desde abajo y por abajo, visibilizándose las luchas enraizadas por la disputa del territorio para evitar la expansión del virus, para extender redes de cuidados y/o para la producción y distribución de alimentos, por ejemplo.

La cuestión sobre cómo producimos y comercializamos los alimentos pone en juego además viejas y nuevas discusiones en torno a la cuestión agraria: reforma agraria, soberanía alimentaria, agroecología y agrobiodiversidad. Todos  conceptos clave para construir posibles soluciones para tiempos extraordinarios como estos, debates que antes quedaban restringidos a un marco de los mundos rurales y que ahora se amplifican, dando cuenta de la posibilidad de construir alternativas desde abajo y desde los movimientos sociales rurales y alianzas con otros grupos sociales urbanos, por ejemplo como sucedió en la ampliación durante la pandemia del tejido de espacios de comercialización alternativa de alimentos campesinos e indígenas en las ciudades a través de redes y nodos de consumidores y movimientos sociales urbanos.

Llamamos a compartir y a debatir estas reflexiones, a escuchar y difundir este grito urgente que emerge desde los territorios más recónditos de Nuestra América / Abya-Yala para construir salidas alternativas a esta crisis global, ancladas en los saberes y las luchas de los pueblos indígenas, los movimientos campesinos y las comunidades afrodescendientes.

Como estudiosos e investigadores de los mundos rurales latinoamericanos, pero también como activistas y acompañantes de los movimientos sociales rurales de nuestro continente, sabemos que el extractivismo no es la salida a la crisis actual. Tenemos el deber de denunciarlo y aportar nuestro pequeño esfuerzo a la construcción de alternativas civilizatorias a esta crisis que lejos de explotar los bienes comunes de la naturaleza, se anclen en las raíces de la tierra y de los pueblos para la construcción de territorios insurgentes, plenos de vida y de reciprocidad entre sus habitantes y con la Pachamama.

10 de agosto 2020
Grupo de Trabajo CLACSO
Estudios Críticos del Desarrollo Rural

Esta declaración expresa la posición del Grupo de Trabajo Estudios Críticos del Desarrollo Rural, resistencias y no necesariamente la de los centros e instituciones que componen la red internacional de CLACSO, su Comité Directivo o su Secretaría Ejecutiva.

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