Autor: Juan Paulo de Armas Victores
Tal como sentenciaba Ernst Cassirer, a medida que la realidad-en su sentido más amplio-, sealtera por las complejidades tecnológicas, ésta tal como cuando las olas se retiran abruptamente deuna playa, dejando tras de su retirada, espacios vacíos para ser ocupados por la información digital ylos juegos de la simulación y seducción. Ya no esmás inteligible que como antes era. De hecho,nunca lo fue, sólo existían más certezas que ahora. La modernidad -en su justo advenimiento-,abrió por siempre las puertas de la Razón, para confirmar así, la Veracidad del mundo. Cabríaentonces preguntarse: ¿Cuál mundo? ¿Cuál razón? ¿Acaso, la lógica cartesiana o el actual mundoinformacional? Ya dejamos de tratar con ese universo de modo directo, a quién mucho menos, se lepodría formula r preguntas y recibir tranquilamente, respuestas. Cada intento por descarnarcentímetro a centímetro de larealidad, es tiempo perdido, pues, ésta cada vez más se nos difumina.Por lo que al mismo tiempo que la razón engendraría sus propios monstruos sígnicos -que tanadmirablemente Francisco de Goya supo representar en su pintura-, se anuncia el retorno de las aves sagradas del Paraíso, es decir,el mito, la magia, la religión, la poesía,o sea, laimaginación,quecon su lenguaje siembra nuevas interrogantes acerca de esa figura antrópica que intenta mirar alfondo del espejo y sólo ve, su propia imagen fantasmal. Por ello, la caverna de Platón, sigue siendouna excelente metáfora para entender que lo simbólico, es el hombre mismo.