Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
Por: Lirians Gordillo Piña
Foto: Cortesía de la entrevistada
Poco a poco la mirada interseccional se incorpora al análisis social y el abordaje de las violencias machistas en Cuba. Ese empuje tiene como protagonistas a afrofeministas de la academia, espacios comunitarios, ciberactivistas, emprendedoras, artistas y creadoras.
En sus más de 30 años de trabajo y activismo, la psicóloga social Norma Rita Guillard Limonta ha podido constatar las distintas formas de opresión que se cruzan en mujeres negras, lesbianas, transgénero o que viven con VIH. Si a esas características personales se le suma ser migrante, pobre, vivir con una discapacidad, ser una mujer rural o adulta mayor, pues el grado de opresión aumenta.
La también presidenta de la Sección de Identidades y Diversidad en la Comunicación Social (Seres) de la Sociedad Cubana de Psicología alerta sobre el impacto subjetivo de maltratos que, incluso, vienen desde la cuna, pues los patrones hegemónicos se han instalado culturalmente y se reproducen en los vínculos y prácticas familiares.
Guillard Limonta forma parte de la directiva de la Red Cubana de Mujeres Afrodescendientes, en su capítulo cubano, y desde el activismo también identifica aportes esenciales para el abordaje de las violencias de género en el país.
¿Por qué es importante el análisis interseccional de las violencias contra las mujeres y las niñas?
Son muchas las intersecciones que se dan en un acto de violencia de género, por lo que es indispensable un análisis que incluya todas las realidades que están mediando.
Un análisis con enfoque interseccional implica, desde un primer momento, una búsqueda de los orígenes de la desigualdad, de la injusticia y sobre todo conocer dónde radican los privilegios de ostentar el poder. Se trata de la necesidad de enfrentar el paradigma hegemónico del hombre blanco, heterosexual, que vive como si tuviera un pasaporte social que le permite moverse siempre como dueño y amo.
Este análisis es como una lupa que ayuda a visibilizar formas diferentes de subordinación de las cuales hemos sido víctimas las humanas, las mujeres, las niñas y más aún las negras y las indígenas.
Permite abrirnos a la búsqueda de una reivindicación y rescate de las personas evaluadas como inferiores, rompiendo esquemas que por años se han promovido como forma de violencia por subordinación y que nos llevará a desarticular, de a poco, toda una historia de dominación.
Han sido muchas las opresiones que nos han atravesado desde la esclavitud, en las que interactúan el género, la clase, la raza y la sexualidad, provocando de una forma u otra las agresiones y acciones de violencia. Por tanto, es hora de despertar y, en ese sentido, el análisis interseccional está siendo de gran utilidad, un gran aliado, de ahí su importancia.
¿Qué recomendaría para incorporar este posicionamiento en las respuestas a las violencias de género?
La teoría de la interseccionalidad funciona como enfoque emergente y ofrece una visión crítica de los aspectos que por lo general se mantienen invisibilizados, al permitir identificar las desigualdades y estudiarlas.
Es indispensable ubicar el análisis interseccional en un lugar más ponderado, para darles respuestas a las violencias de género, por lo que debe ser incluido en las políticas públicas.
La interseccionalidad ayuda de forma más precisa a reconocer las afectaciones, incluidas todas las diferentes situaciones que inciden en los problemas de cada mujer u hombre, ayudando así a las acciones políticas de forma multidimensional y desde la búsqueda de la equidad.
Otra de las formas de incorporarla a los análisis es conectando las bases estructurales de las construcciones sexistas, racistas y clasistas; analizarlas en su contexto social, es cómo impactan en las víctimas y en su capacidad de reconocer las situaciones de opresión que las envuelven.
Cuando se utiliza el análisis interseccional en la violencia, se pueden incluir los privilegios y las exclusiones como variables, reconociendo desigualdades que no siempre se ven tan claras, por estar invisibilizadas.
Un consejo más sería adoptar como perspectiva de análisis las ciencias sociales, y en particular la psicología, ya que constituye una herramienta analítica para comprender de manera más específica cómo los diferentes sistemas de opresión se articulan y conectan en un contexto determinado y afectan la vida de las personas.
¿Cuánto están aportando los afrofeminismos cubanos a la visión interseccional de la discriminación como forma de violencia de género?
Los afrofeminismos cubanos estamos rompiendo esquemas, mostrando un gran impulso para enfrentar esa historia de dominación y con acciones que nos ayudan a ir descolonizando la mente.
Ya son varios los espacios independientes, declarados o no declarados como afrofeministas y antirracistas, que se enfrentan al reconocimiento de su historia como personas negras, desde edades tempranas; que identifican las diferentes formas de discriminación y racismo que, en no pocos casos, los colocan en situaciones de exclusión y buscan el modo de enfrentarlo.
En Cuba existen varios proyectos y espacios dedicados a dar capacitación sobre temas que visibilizan la histórica dominación, la opresión y las desigualdades. Los talleres de empoderamiento en dichos espacios han permitido reconocer que mujeres de áreas desfavorecidas pueden emprender y mejorar su economía. El aumento de la autoestima, impulsado en esos encuentros de sororidad, pasa a ser fortaleza para el empoderamiento, el sustento familiar y la incorporación al desarrollo social.
Algunos proyectos trabajan la imagen y la promoción de peinados y asesorías de cómo lucir y disfrutar la identidad racial, a partir de reconocer que desde el nacimiento se vivencian tratos despectivos y de desvalorización por su color de piel, el tipo de cabello, los rasgos fenotípicos como la nariz, la boca y la objetivación del cuerpo.
En los talleres con las familias se recurre a la educación popular para desmontar estos prejuicios y estereotipos que emergen en frases como: “salió negra como su abuela”, “ese pelo no hay quién lo peine”, “que clase de bemba le salió”, “que ñata más ancha» o “qué bonita la niña, pero sacó la ñata de tu papá”.
Estas frases marcan, desde edades muy tempranas, la construcción de la subjetividad; pero ahora, con mayor conciencia, se puede incidir en la educación familiar y contar con herramientas para cuando surjan otros obstáculos fuera del hogar.
En estos espacios también se busca debatir sobre la falta de un referente no racista en la familia, las limitaciones del sistema educativo o el ámbito sociocomunitario que sirve de factor protector y compensador para el enfrentamiento de los estereotipos y prejuicios racistas.
Una de las tareas de la Red Cubana de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, en su capítulo cubano, es buscar y apoyar esos espacios antirracistas, para hacer visible la violencia que implica vivir en una cultura racista que etiqueta, donde el miedo al negro sigue siendo una realidad. Además, se trabaja en un intento de observatorio que permita enfrentar la discriminación en los medios, tanto en novelas como en cualquier otro producto comunicativo.
Está pendiente el abordaje, desde la Psicología, sobre la importancia y el rescate de la espiritualidad y la fuerza de los valores que aportan los códigos heredados de culturas africanas e indígenas, que tradicionalmente han sido silenciados.
Entre los pasos de avance, recientemente se creó la Articulación Afrofeminista Cubana, en busca de hacer alianzas con todos esos grupos, espacios y proyectos que existen y ganar en fortaleza para enfrentar la violencia y las discriminaciones en cualquiera de sus facetas.
Los esfuerzos siguen creciendo a partir de contar con el apoyo del Programa nacional contra el racismo y la discriminación, además de que existe una comisión gubernamental que aglutina y debate estos temas a nivel del país. Pero, a pesar de algunos logros, queda mucho por hacer para alcanzar resultados más efectivos en relación con las violencias y el racismo, falta concientizar en todos los espacios.