Autor: Ofelia Pérez Cruz.
Artículo publicado en CD Caudales 2008, Ed. Ciencias Sociales – CIPS, ISBN 959-06-1157-5, La Habana.
Cuatro celebraciones
“Para 1623 poco o nada había avanzado el pequeño pueblo de indios de San Juan Bautista de Mezquititlán1, seis humildes chozas eran las que se congregaban alrededor de la pequeña capilla y hospital” (Ruezga 1995:12). Pero algo ocurrió.
“El milagro”
“…pasando por este pueblo (San Juan) como camino real para Guadalajara, un Volantín que ganaba la vida aventurando la suya y de los suyos, dando gusto con su peligro. Él estuvo allí cuatro o cinco días en cuya compañía estaba su mujer y dos hijas a quienes enseñaba a voltear y hacer pruebas sobre puntas de dagas y espadas. Estándolas imponiendo y adiestrando para ejercitarse en Guadalajara en su oficio, resbaló una de las hijas, al parecer la menor y cayendo sobre la punta de las dagas se mató. El sentimiento fue grande y las demostraciones de sus padres al paso de él. Amortajada la muchacha la pusieron en la capilla para enterrarla. Juntáronse muchos indios e indias, para el entierro; y viendo tan sentidos a sus padres por el fracaso, una india que había venido entre otras, ya anciana, que se llamaba Ana Lucía la cual les dijo que la Cihualpilli le daría vida a la niña y diciendo y haciendo se entró en la Sacristía, y de entre las imágenes que allí había deshechas (sic) sacó esta bendita imagen2, que hoy es tan milagrosa, y se la puso a la difunta sobre los pechos, con toda fe y resolución. Y a poco rato vieron todos los presentes que estaban aguardando con diferentes efectos, el fin de todo, bullirse y moverse la niña. Cortáronle a toda prisa las ligaduras de la mortaja, y despojándola de ella, y la que estaba difunta, al punto se levantó buena y sana con prodigio raro… Y parece que sucedió, como dice el Licenciado Juan de Contreras Fuerte, once años antes de seiscientos treinta y cuatro; con que empezó a ser señalada en milagros desde el año de mil seiscientos veintitrés”. (Francisco de Florencia, op. cit. por Pedro María Márquez, en Gutiérrez, 1996:24)
Y este suceso importante cambió el curso de los acontecimientos.
“A la noticia del primer milagro, éstos comenzaron a sucederse y difundirse, los fieles de la comarca acudían con la Madre de Dios a ofrecerle como presentes los frutos de su trabajo; los mineros de las reales de Zacatecas venían con sus ofrendas de oro y plata como lámparas, joyas, candeleros y otras cosas de valor; los rancheros alteños ofrecían vacas y caballos.”(Ruezga, 1995:14)
A partir de entonces, San Juan de los Lagos, que podría describirse desde su ubicación geográfica3 o desde sus características agrícolas, ganaderas, artesanales y otras4, incorporó lo religioso como elemento significante en la historia de la Ciudad, aunque justamente lo geográfico también favoreció a ello.