Autor: María Isabel Domínguez.
Artículo publicado en CD Caudales 2008, Ed. Ciencias Sociales – CIPS, ISBN 959-06-1157-5, La Habana.
En la sociedad cubana actual los niños y las niñas (hasta 18 años) representan el 25,0% de los más de once millones de personas que componen su población3. Esta es la proporción más baja en la historia del país: entre las décadas de 1950 a 1970 representaron casi un 40% del total; en los años de 1980 fueron aun un tercio de la población, pero la tendencia al decrecimiento es sostenida de manera que para el 2020 se estima que lleguen a significar solo alrededor de un 15% (ONE, 2006, II.12).
Ello es el resultado de las bajas tasas de natalidad junto al incremento constante de la esperanza de vida al nacer (77,0 años), que están conduciendo a un rápido envejecimiento de la población.
Los procesos de transición demográfica que vive la sociedad cubana, se inscriben en los procesos de transformación social que han tenido lugar en las últimas cinco décadas con un fuerte impacto en la estructura social y en la composición familiar.
El principal impacto sobre la estructura social se expresó en un cambio radical de la estructura de clases, basado en un fuerte proceso redistributivo que redujo considerablemente las desigualdades económicas y, basado también, en políticas sociales promotoras de justicia social encaminadas a erradicar la discriminación por concepto de género, raza, ubicación territorial o cualquier otra diferencia.
Esos cambios tuvieron su repercusión directa sobre la situación familiar. En los años de 1950 la familia cubana era relativamente numerosa, con 4,9 miembros como promedio (CEE, 1984, CXXXVI); con una alta concentración rural (43%) (CEE, 1984, LXXXOX); los niveles educativos eran muy bajos, el 80% de la población no había completado el nivel primario de enseñanza (CEE, 1984, CLXXVII) y la mujer tenía muy baja incorporación a la vida social y laboral, por ejemplo, solo el 11% estaban vinculadas al trabajo (TSE, 1953, 143).