Autor: Claudia Castilla García y Danay Quintana Nedelcu. Artículo publicado en CD Caudales 2011, Editorial Acuario, Centro Félix Varela – CIPS, ISBN 978-959-7071-79-2, La Habana
Aún cuando ha quedado en evidencia que el desarrollo y el “progreso” no toca a todos porigual, es indiscutible que hoy la existencia humana lleva la marca de la ciencia y la tecnología,impulsando aceleradamente un nuevo modo de pensar y hacer.
En esta carrera, los campos educativo y laboral van demandando de manera creciente mujeres yhombres capaces de aprehender los códigos y habilidades que responden a las exigencias deuna sociedad del conocimiento.
Sin duda el problema es de naturaleza compleja y plurideterminada. En esta madeja las políticaseconómicas, laborales, culturales, científicas y educativas requieren una mirada que respete susvínculos interdependientes, no solo entre sí sino también con la sociedad en general y susdiferentes ámbitos.
Las instituciones educativas, sus características, objetivos, su articulación con el resto de lossectores así como el diseño de proyecciones comunes, son elementos claves que influyenaltamente en la formación de las nuevas generaciones de profesionales.
En Cuba la ciencia ha ocupado un lugar central en el proyecto socialista y ha sido definida como unade las bases de su desarrollo social: “… la necesidad de acelerar aun más la asimilación del progresocientífico – técnico, que debe convertirse en instrumento fundamental para el desarrollo de las fuerzasproductivas de la sociedad y el perfeccionamiento de la vida social en su conjunto, al aunar losadelantosde la revolución científico – técnica con las ventajas del Socialismo”(PCC, 1986, 140).
Los logros alcanzados, y ampliamente reconocidos, han sido posibles por la manera de concebirla actividad científica, por el amplio acceso del pueblo a la educación y a la formaciónprofesional, así como la interrelación entre nuestra actividad científica y el resto de los ámbitossociales fundamentales.