La pos-pandemia, desigualdades y brechas de género

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(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 4 de noviembre de 2020)

Tomado de: www.clacso.org

Continuando el recorrido que venimos haciendo –que recordemos se trata en definitiva de colocar algunos ejes sobre los que desde CLACSO creemos que es indispensable organizar espacios regionales de reflexión, de intercambio, y sobre todo de construcción de nuevos consensos y nuevas alternativas para nuestra región pero para el mundo también, y pensar eso en clave también del escenario global que obviamente trasciende aunque está muy marcado por la situación de la pandemia que estamos atravesando– te propongo abordar lo que en su momento describimos cómo las desigualdades en el terreno específicamente de género y plantearnos también esta situación de la pandemia y sobre todo la salida, la pos-pandemia como una oportunidad para ojalá acortar y por qué no eliminar las brechas de género.

Recordemos brevemente lo que ya dijimos hace algunas semanas: esta pandemia encuentra, sin dudas, a nuestra región muy marcada por desigualdades extremas y por desigualdades persistentes. Desigualdades que hacen más vulnerable a toda la población, salvo que existan políticas públicas para tratar de contrarrestar esas desigualdades. Y justamente una de las desigualdades más persistentes y más profundas son las que se dan entre varones y mujeres y que va a ser absolutamente esencial atenderlas para dar una respuesta adecuada en esta crisis. Porque no nos olvidemos, además, que en estas desigualdades entre varones y mujeres, evidentemente se interceptan otras desigualdades que ya hemos abordado en estas columnas, como las vinculadas a los aspectos étnicos raciales, etarios, territoriales y un largo etcétera en el que no me voy a detener…

Sabemos muy bien –y el contexto actual lo dejó más que claro– la cadena de inequidades que enfrentan las mujeres en la región. No voy a repetir aquí los datos que ya hemos dado en otras columnas, sólo recordemos tres. Primero: el que refiere a la pobreza, que por cada 100 varones pobres en América Latina y el Caribe tenemos 132 mujeres en esa condición. Segundo: el vinculado al mercado de trabajo, donde ya mencionamos que las mujeres sufrimos mayor desempleo, mayores brechas salariales, es decir distancia salarial con los varones, y además hay un mayor porcentaje de mujeres dentro de los trabajos informales que no tienen ningún tipo de cobertura o protección social y que además han sido también de los más afectados en esta crisis sanitaria. En esta crisis sanitaria que una vez más nos está mostrando las consecuencias que tiene para la vida de todos y de todas, y sobre todo para la vida en común, la mercantilización de lo público y la primacía en muchos casos de los intereses privados por sobre de los intereses comunes.

Es por eso que planteamos como alternativa que es necesario ampliar la agenda pública, la agenda de temas públicos y comunes, y pensar en nuevas formas de organización social donde la dimensión de género y particularmente dentro de la dimensión de género la cuestión del cuidado, ocupen un rol central y se transformen en motores esenciales de la vida social. Sabemos, porque ya lo hemos mencionado, que esta pandemia profundiza las desigualdades y las brechas de género que existen en nuestra región; que hay una profunda desvalorización y negación del trabajo doméstico y de cuidados que esencialmente realizamos las mujeres y que esa desvalorización y negación está en el núcleo duro de las desigualdades de género en América Latina y el Caribe. Y aunque se hicieron muy visibles en el marco de la pandemia, todavía seguimos sin asignarles ni el valor económico ni el valor social que tienen para la vida de todos y de todas, en definitiva, para la reproducción social.

Entonces, tenemos que plantearnos que llegó el momento de comenzar a pensar en nuevas formas de organización, donde la organización social del cuidado ocupe un rol central. ¿Por qué? Porque si queremos una sociedad que privilegie la vida, entonces el cuidado tiene que valorizarse al igual que tiene que valorizarse a las personas que cotidianamente están cuidando a los niños, las niñas, las personas mayores, etcétera.

Valorizar el cuidado recordemos también que implica pensarlo en términos relacionales, en términos de la relación que se establece, del reconocimiento y respeto hacia el otro o la otra, y de correr de una buena vez el eje de esa individualidad liberal que tanto nos ha marcado en estos años, y de esa autonomía que se supone que prima en nuestros vínculos cotidianos en el día a día para colocar en el centro de las preocupaciones y de la construcción alternativa, la interdependencia, la reciprocidad y la complementariedad entre todos y todas.

Creo que esa es la única respuesta realmente total y efectiva ante la crisis de reproducción de la vida que estamos enfrentando. Y que las soluciones, como ya hemos dicho en otros momentos en este espacio, vendrán por el lado de las instituciones universales, las instituciones públicas, las instituciones que permitan el acceso de todos y todas. En definitiva, por los espacios de lo común, de lo solidario y de lo colectivo, tan importante también para superar estas brechas de género que afectan a la región latinoamericana y caribeña.

-¿Empieza a haber políticas públicas más fuertes puestas en marcha que tienen previsto este panorama pensando en la pos-pandemia?

-La respuesta es no en términos generales. Porque si hay algo que nos mostró esta crisis, es que justamente en todas las medidas que se tomaron, por lo menos al inicio en los distintos países de América Latina, la dimensión de género fue completamente olvidada. Pensá tú en dos medidas nada más: “Quedate en casa”. ¿Qué quiere decir para muchas mujeres? Quedate en casa sometida a la violencia de género. ¿Por qué? Porque los agresores están en las casas. Y a nadie se le ocurrió pensar que para el “Quedate en casa” en el caso del 30% de las mujeres latinoamericanas y caribeñas que sufren de violencia de género era una paradoja mortal en muchos casos. Segunda medida: “Quedate en casa y teletrabajá”. A nadie se le ocurrió pensar que en el marco del “Quedate en casa y el teletrabajo”, por lo tanto una vez más como en las sociedades preindustriales la coexistencia entre lo productivo y lo reproductivo se volvían una trampa nuevamente imposible para la mujeres. Teletrabajá mientras cuidás, mientras hacés tareas escolares, mientras te ocupás de lo doméstico y todo en las mismas 24 horas del día. No hubo ninguna medida al inicio para todo esto. Recién hay una respuesta más tardía a partir del reclamo del Movimiento de Mujeres Feministas.

Entonces, en el marco de la pandemia, esta dimensión no fue tenida en cuenta. Lo que no quiere decir que si miramos en el periodo de los últimos 20 años, desde el comienzo de siglo hasta ahora en la región, no haya habido políticas públicas para promover la equidad de género impulsados por los distintos estados y dependiendo de la situación de cada país. Pero de todas maneras esas desigualdades estructurales de las que hablaba al comienzo de género, siguen vigentes, no se han eliminado, y la pandemia lo único que hizo fue agravarlas. Y en el marco de la situación de pandemia, las políticas que se propusieron fueron absolutamente ciegas desde el punto de vista de género.