(Transcripción de la Columna de Karina Batthyány
en InfoCLACSO – 14 de julio 2021)
Quiero tratar el tema de la población en América Latina y el Caribe y particularmente el tema del envejecimiento. Y tu dirás por qué hoy el tema del envejecimiento. Porque hay una noticia que me preocupó un poco, que es este una discusión que está dando la OMS, la Organización Mundial de la Salud, considerando la posibilidad de incluir la vejez en la sección de lo que ellos llaman “síntomas generales de la clasificación internacional de enfermedades de la OMS”. Es decir, dicho en otras palabras, la posibilidad de incluir la vejez como una enfermedad de acuerdo a la OMS. Y eso me preocupó y quería compartir con todos y todas quienes están escuchando hoy un poquito la realidad demográfica de América Latina y el Caribe, del mundo también, pero hacemos siempre de América Latina y el Caribe que es lo que más nos ocupa.
Ha quedado lejos, ya quedo muy atrás el tiempo en que hablábamos de una América Latina joven, que era calificada desde el punto de vista demográfico como una región joven. La población en general de América Latina y el Caribe vive un proceso de envejecimiento que va a continuar intensificándose, al igual que ha ocurrido en otras regiones. Veamos algunos números: América Latina y el Caribe tiene alrededor hoy de 654 millones de habitantes, el 24% de esa población tiene menos de 15 años y el 13% son personas con 60 o más años. Y para el año 2050 se proyecta que justamente las personas mayores de 60 años representarán casi el 25% de la población, mientras que los menores de 15 van a disminuir el 17%. Es decir, en poco más de casi 30 años la proporción se va a invertir, vamos a pasar a tener un cuarto de la población de personas con 60 años y más. Pero recordemos que, por ejemplo, en 1950 en nuestra región la edad promedio era de 20 años; en 2020, el año pasado, llegó a 31 –siempre de acuerdo a los datos que manejan el Observatorio demográfico de la CEPAL–, y en el 2050 se prevé que el promedio de edad de la población sea de 41 años y de 50 años ya para el 2100. Esto nos habla entonces de ese proceso natural de envejecimiento de la población.
Aquí hay dos factores que muestran el por qué la población envejece. El primero de ellos es la extensión de la esperanza de vida, que es de por sí una muy buena noticia la posibilidad de que las personas vivan más años y, sobre todo, si logran vivir más años en buenas condiciones. Y, por otro lado, además de la extensión de la esperanza de vida, el descenso de la fecundidad. Para decirlo bien sencillito: las personas vivimos más y tenemos menos hijos. Eso es lo que lleva indefectiblemente a que una sociedad envejezca o tenga un patrón demográfico envejecido.
Como decía, el vivir más es una muy buena noticia, eso implica que han mejorado las condiciones de vida, que han mejorado los servicios de salud y por eso se llega a edades cada vez mayores. Recordemos nuevamente: en el año 1950, la esperanza de vida en nuestra región era apenas de 51 años, mientras que para fines del siglo 20 ya estaba en 70 años y hoy está ubicada prácticamente en 76 años, siempre en promedio, verdad, como sabemos los promedios ocultan muchas desigualdades en los conjuntos poblacionales. Pero hablemos de esos promedios. En 2050 además se proyecta que quienes vivimos en esta región, viviremos en promedio hasta los 80 años y, en 2100, se podría llegar a los 86 años. Con esta esperanza de vida además América Latina y el Caribe superan el promedio a nivel mundial actual que hoy se ubica en 73 años. Recuerdan que dije hace un ratito que hoy el promedio en América Latina es de 76 años. O sea, nos ubicamos en segundo lugar detrás de Europa que tiene un promedio de 79 años y Asia, por ejemplo, tiene un promedio de 74 y África de 63 años. Y tu dirás por qué todo esto. Bueno, porque estamos entonces en una región que claramente dejó de ser una región joven, en una región que está envejeciendo y que va a continuar envejeciendo, y la pregunta es: ¿tenemos que considerar entonces a la vejez, al envejecimiento, como una enfermedad? Bueno, parecería que no, ¿verdad? Si no pasaríamos a considerar al 25% de la población en pocos años como personas enfermas. Entonces, esa noticia realmente me preocupó.
Y si a eso además le sumamos el impacto que ha tenido la pandemia, que como hemos analizado en otras columnas ha tenido impactos muy diferentes en función de distintas variables, una de ellas es la edad: la pandemia ha afectado mucho más a las personas mayores de 70 años y recordemos que por ejemplo el grupo de personas mayores, es decir de los mayores entre las personas viejas, 80 años y más, que hoy son algo así como el 2% de la población en América Latina, fue el más afectado en cuanto a los niveles de mortalidad, por supuesto luego seguido del tramo que va de 70 a 79 y también del tramo de 60 a 69. Allí tenemos un impacto, como decía, bien diferente de la pandemia en términos de la posibilidad de atención y sobre todo de la posibilidad de recuperación y de no morir por el coronavirus. Recordemos también que una de las variables es la edad, como dije, y la otra es el sexo (que ya lo hemos analizado en esta columna), y si juntamos las dos hay un dato que tenemos que recordarlo y es que las mujeres en general vivimos más que los hombres, tenemos una esperanza de vida y por lo tanto una sobrevida mayor que los varones. Y eso lleva a que, entre otras cosas, las mujeres estemos sobrerrepresentadas en el grupo de personas de 80 y más años, y esto tiene también consecuencias desde el punto de vista de las políticas y las acciones de salud y también de las acciones de cuidado. Como dije, el impacto entonces en términos de la edad de esta pandemia que ha este sido muy diferencial para estos tramos de edad.
Pero quiero dejar bien claro entonces que el envejecimiento de la población, que la vejez, en definitiva, es una etapa más del ciclo de vida, del curso de vida, que todos –ojalá todos y todas– podamos llegar y atravesar, como la infancia, como la adultez, como la juventud. No es, por tanto –y no debe ser, por tanto– considerada ni una enfermedad ni una razón de dependencia. No todas las personas, viejos o viejas, son dependientes. El envejecimiento es además un proceso universal de todos los seres vivos y no es por tanto una patología. Por supuesto que no desconocemos que al envejecer se puede ser un poco más frágil o un poco más susceptible a determinado tipo de enfermedades –al coronavirus, por ejemplo–, pero no todas las personas envejecen o envejecemos igual. La diversidad de la vejez es justamente una de sus características principales y además es un fenómeno, como tantos otros, multifactoriales. Debemos entonces tener clara esta definición del envejecimiento y la vejez y por lo menos preguntarnos qué es lo que está por detrás de esta intención de incluir a la vejez, al envejecimiento, como una enfermedad en esta discusión que está teniendo la Organización Mundial de la Salud. Además, queda otro tema pendiente –que no lo voy a abordar hoy por razones de tiempo en esta columna– que es el desafío que representan para estos países latinoamericanos y caribeños en proceso de envejecimiento o ya envejecidos muchos de ellos –caso de Uruguay, por ejemplo– para las políticas de cuidado.
Pensaba en relación a los modelos que a veces en los medios de comunicación intenta aparecer, por un lado a veces con criminalización de las juventudes, porque por un lado es como “las juventudes pérdidas, que no van a ningún lado” parece ser como una imagen habitual que intentan mostrar en algún medio de comunicación, pero por otro lado la vejez también como inutilizada por completo, hay como un modelo muy fuerte que a veces trasciende por los medios de comunicación. La pregunta es, aprovechando tu reciente viaje a España, entiendo que éste es un gran tema también en Europa y especialmente en España donde estuviste la semana pasada, el tema de la vejez, qué sucede con las tareas de cuidado. Si puedes comentarnos algunos detalles sobre eso de lo que pasa allá también.
Claramente los países europeos hace ya tiempo que están también envejecidos, o sea con esta segunda transición demográfica más que completa avanzada, con un contingente, con un porcentaje de población, de personas de más de 60 años, muy importante. Lo que lleva a pensar cuáles son las políticas públicas que tenemos que desarrollar para la inclusión y no para la exclusión de estas personas a nivel de la sociedad y para el ejercicio de todos sus derechos. La pandemia también algo nos enseñó de esto, sobre todo al comienzo, cuando hablábamos de las fragilidad frente al virus de este sector de la población que llevó en muchos casos por una voluntad de protección, de cuidado seguramente, pero a violentar sus derechos, por ejemplo sus derechos a la interacción, sus derechos a salir, a encontrarse, a tener vida social, generando fenómenos de aislamiento bastante preocupantes que hoy están teniendo consecuencias, entre otras cosas, a nivel de lo que es la salud mental y el ánimo en este grupo de población. Creo que es un tema que tenemos que mirar con mucha atención, que es un tema como dije se están instalando en América Latina por este proceso de envejecimiento y sacarnos esa idea de que somos un continente de personas jóvenes o de población joven y empezar a reflexionar en clave de política pública. Y por eso te proponía la próxima semana pensar en el marco de la discusión de los cuidados que ya hemos dado aquí en este espacio de InfoCLACSO, pero específicamente de qué hablamos cuando hablamos de cuidado para las personas viejas, para los viejos y las viejas, que es como es correcto denominarlos desde mi punto de vista.