por: Karina Batthyany
Tomado de: www.clacso.org
Dando continuidad a los temas que veníamos tratando, ya que estamos dentro del campo de las desigualdades, hay que mencionar una de las desigualdades más tremendas que es efectivamente la violencia de género. Es hablar de otra epidemia. Recordemos que ya en el 2013, hace siete años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo afirmó de manera muy categórica, diciendo que la violencia contra las mujeres es un problema de salud global de proporciones epidémicas. Por eso nos gusta decir la otra pandemia, la que está presente más allá de esta situación específica del Coronavirus. Y justamente la violencia basada en género es, me animo a decir, uno de los abusos contra los derechos humanos y uno de los problemas en términos de igualdad, en términos de salud y en términos sociales más difundidos en el mundo actual dentro de nuestra región y fuera de América Latina y el Caribe.
En términos globales, pensemos que una de cada tres mujeres es víctima de este tipo de violencia. Y como decíamos: es una forma o una manifestación extrema de la desigualdad que está relacionada (a lo que conversábamos la semana pasada) a las desigualdades de género, a la cuestión de género. Es una forma de desigualdad que se impone a las mujeres y a las niñas por su condición de posición subordinada dentro del sistema social. Y sabemos que las consecuencias de esta violencia de género son devastadoras y son prolongadas a lo largo de la vida de las niñas y de las mujeres. Y que afectan por supuesto su salud física, pero también en general su bienestar y su salud mental. ¿Qué pasaba antes de la pandemia? Si bien en general los temas vinculados a la violencia de género tienen algunos problemas de medición, podemos decir que, por ejemplo, a fin de 2019 se registraron en América Latina y el Caribe (para los 16 países de América Latina que tiene el dato y los 9 del Caribe) casi 4 mil feminicidios. Para ser más precisa 3.800. Y que además casi 20 millones de mujeres y niñas en nuestra región, entre los 15 y 49 años, fueron o son víctimas de alguna forma de violencia física o violencia sexual por parte de su pareja o de su ex pareja, esa es sólo una de las formas de la violencia. Pero como tú bien decías, las circunstancias actuales y sobre todo las medidas de confinamiento que se han establecido en muchos países de nuestra región por la crisis del coronavirus, potencian y agravan este elemento. Porque están potenciando los factores de riesgo de la violencia por una razón muy sencilla: en muchos casos el “Quedate en casa” o el “Confinate” es junto a tu agresor y eso agrava, potencia y multiplica las situaciones de violencia. Pero también porque en estas situaciones de crisis sanitaria –pero de crisis social– es muy más difícil pedir ayuda e incluso denunciar: por el cierre de algunas actividades, por la dificultad de movilidad, por la imposibilidad de salir. Entonces, lo que estamos planteando es que este fenómeno ya era un problema, ya era una pandemia antes de la crisis sanitaria y se ha agravado muchísimo. Han aumentado en los países que han hecho estas mediciones, los pedidos de ayuda. Porque esa vieja afirmación lamentablemente aún vigente que las mujeres conocemos, de que el lugar más inseguro para nosotras no es la calle sino que son nuestras casas, se ha convertido en una trampa terrible: “Quedate en casa”, quedate junto a tu agresor”, y eso aumenta todas estas situaciones que veníamos relatando.
Pensaba acerca del impacto de cómo se relatan los feminicidios en Latinoamérica… Durante muchísimo tiempo, inclusive, veíamos el término de “crimen pasional” casi como una forma de desmerecer la gravedad o hablar algo así como si fuese un exceso de pasión las lógicas relacionadas con los crímenes de género, con los feminicidios. ¿Cuánto cambio viste en Latinoamérica cómo se habla, cómo se cuenta y cómo se incide a la hora de plantear el verdadero drama que significan los asesinatos de mujeres?
Efectivamente. La idea del “crimen pasional”, el “exceso de pasión” o incluso el “exceso de amor” dicen algunos, disparate mayúsculo por supuesto, por suerte eso ha empezado a cambiar. Observamos que cada vez más se impone esta figura de la violencia de género, del feminicidio y que se nombra como tal. Y que, por tanto, empieza a dejar de ser algo naturalizado como lo fue durante mucho tiempo para convertirse en un problema y en un problema muy grave. Pero todavía se encuentran expresiones de este tipo e incluso justificaciones para estas formas tremendas de violencia contra las mujeres y contra las niñas: “Algo habrá hecho”, “se lo merece” “seguramente no hizo lo que debía”, “no se comportó como debía” y por eso las formas de violencia. Hemos recorrido un camino, las organizaciones sociales han trabajado muchísimo para colocar este tema sobre la mesa, por supuesto que el sector académico aportando conocimiento, visibilizando este problema y también los organismos internacionales. Pero queda mucho camino por recorrer, porque sino no estaríamos hablando de que este es un problema que recorre el mundo y nuestra región en particular. Y que es una pandemia que no termina con una vacuna, además, como esperamos que termine la pandemia actual del coronavirus.