por: Sara Más
Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
La pandemia de Covid-19 ha puesto en evidencia la crisis de cuidados que ya existía y los entornos complejos en que se realizan esas actividades, mayoritariamente asumidas por mujeres, niñas y mujeres adultas.
En ello coincidieron expertas de América Latina durante la presentación virtual, el pasado 5 de marzo, de la investigación «Organización social de los cuidados a la luz del covid-19. Un análisis para América Latina y el Caribe», realizado por Oxfam.
«La distribución desigual de los cuidados es una barrera para que las mujeres puedan completar procesos de formación y autoformación, lo que afecta su acceso a trabajos con mejor remuneración y a la seguridad social», señaló Aileen Charles, moderadora del panel «¡Cuidado!, el trabajo que sostiene a la vida».
El primer reto sigue siendo que se reconozca como trabajo el que incluye las labores diarias en casa, así como la de atención de familiares y personas dependientes, se reiteró en el encuentro.
También, como plantean las feministas, entender el valor de ese trabajo que pone en el centro la sostenibilidad de la vida no solo el entorno familiar, sino también laboral, social y comunitario.
Se trata de una labor que necesita inversión de tiempo y de esfuerzo físico y mental; que está desigualmente distribuida entre hombres y mujeres y entre mueres y sociedad, debido a una imposición histórica patriarcal aliada al capitalismo, sostuvo la economista salvadoreña Iliana Álvarez Escobar.
Al presentar los resultados del estudio, la experta reconoció que la llegada de la pandemia encontró un círculo vicioso para el desarrollo de las mujeres, la feminización y «maternalización» del trabajo y una crisis multidimensional de los cuidados. «Las mujeres sistemáticamente participamos en desventaja«, acotó.
A ello agregó que, entre las medidas sanitarias más significativas y aún persistentes en diverso grado, están las cuarentenas y confinamientos, que recargan las jornadas de cuidados de las mujeres en los hogares.
Entre otras tendencias, mencionó la falta de espacios de corresponsabilidad, las mayores afectaciones de dinero y tiempo para mujeres de todas las edades, la re masculinización del espacio público y la feminización del privado.
Además, retrocesos de la autonomía económica, la mudanza del trabajo y la escuela a la casa, así como de cuidados especializados que han salido del sistema de salud. «Todo ello ha hecho que las mujeres reconsideren la forma en que están utilizando sus tiempos», precisó.
Como consecuencia, emergen la deserción escolar femenina, el incremento de brechas de tiempo debido a la virtualidad, la precarización del trabajo remunerado del hogar y el incremento de labores de limpieza.
También la «abuelización» de los cuidados de menores dependientes, el incremento de la violencia dentro del hogar y el deterioro de la salud mental para todas las personas, pero sobre todo para ellas, acotó Álvarez.
Para Mercedes Pedrero, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México, «la pandemia está pasando factura por el olvido de las condiciones de la población en el conteniente por la aplicación del modelo neoliberal».
En su opinión, los países liderados por mujeres son los que han manejado mejor la situación, posiblemente porque ellas hayan tenido más contacto con los cuidados ha hecho que sus políticas sean más oportunas, consideró.
Jacqueline Garrido Cortés Villazón, socióloga de Bolivia, estima que la Covid-19 irrumpió en un contexto altamente desfavorable para la superación de las brechas de desigualdad, en medio del surgimiento de posturas conservadoras, cambios de gobiernos, crisis políticas en varios países de la región y estancamiento económico.
La especialista alertó sobre la necesidad de profundizar en los vínculos entre la violencia y la corresponsabilidad de los cuidados, problemas insuficientemente relacionados y estudiados.
A partir de las experiencias de las mesas de economía del cuidado y feministas en diferentes territorios de su país, la economista colombiana Ana Isabel Arenas Saavedra abogó por fortalecer las iniciativas y propuestas desde la sociedad civil de cara a los gobiernos, pues han sido pocas las medidas establecidas en medio de la pandemia para beneficiar los cuidados, señaló.
En materia de propuestas, Arenas Saavedra habló de la necesidad de establecer sistemas de cuidados nacionales y territoriales balanceados, paritarios y feministas.
También de tener en cuenta la interseccionalidad y las particularidades raciales, de discapacidad, rurales, de la población LGBTI y otras, en todos los espacios.
Para Escobar, en tanto, urge «reconocer y valorar al cuidado como un derecho humano y avanzar a escenarios de corresponsabilidad social, donde los cuidados sean asumidos por todas las personas».
Para ello recomendó reducir el tiempo de trabajo de las mujeres con apoyos de la sociedad y soluciones colectivas.
Aunque la pandemia representa una oportunidad sin precedentes para el reconocimiento del trabajo de cuidado como el más importante para la vida, no necesariamente se está transitando a escenarios de mayor corresponsabilidad, reflexionó.
«Al contrario, hay una tendencia a paquetes de medidas que favorecen a los mercados y hacen retroceder derechos y conquistas de las mujeres», añadió.
Pensar en la calidad de los cuidados, crear y fortalecer sistemas de información estadística, obtener diagnósticos integrales, ampliar los márgenes de maniobra de las políticas, incorporar el enfoque de sostenibilidad de la vida y destinar presupuestos para políticas y sistemas integrales de cuidados fueron otras de las propuestas de las panelistas.
Se trata de desafíos que «no pueden verse desde lo individual; necesitan de un abordaje colectivo y de una respuesta desde lo público, el Estado y el sector privado», aseguró Andrea Costafreda, Directora Programática para América Latina y el Caribe de Oxfam Intermón.
La experta precisó que el aporte promedio calculado del trabajo doméstico y de cuidados sobre el PIB en América Latina y Caribe llega casi al 20 por ciento y que una de cada tres personas en la región es dependiente, por lo que muchas necesitan del trabajo de los cuidados.
Pensar en una agenda transformadora y en cómo organizarse colectivamente es, dijo, una oportunidad. «La de cuidados no es una agenda de derechos de las mujeres, de niñas, niños y personas dependientes. Es una agenda integral de derechos», concluyó.