Tomado de: www.ipscuba.net
Foto: Archivo IPS Cuba
Una convocatoria a no rendirse, no callar, unirse, apoyarse y practicar la sororidad, lanzó un encuentro feminista y diverso, organizado por el proyecto AfroStética como parte de la jornada por la no violencia hacia las mujeres y las niñas iniciada el pasado viernes.
En alianza con el Centro Martin Luther King (CMLK), el Centro Oscar Arnulfo Romero, el Taller de Transformación Integral del Barrio de Pogolotti y la colectiva Nosotres, el intercambio reunió a activistas por la no violencia y la no discriminación en un diálogo en la comunidad habanera perteneciente al municipio de Marianao.
El tema escogido, “Violencia estética: impronta interseccional en el imaginario social de las mujeres”, fue una provocación y un pie forzado para análisis más abarcadores.
Según dijo Hildelisa Leal, de AfroStética, el encuentro se propuso conversar sobre la violencia ejercida desde los diferentes espacios sociales sobre mujeres y niñas, a partir de los patrones de belleza establecidos, y desmontar estereotipos discriminatorios.
“Creemos que se cumplieron los objetivos, estaban presentes mujeres de diferentes profesiones, proyectos y orientación sexual”, consideró Leal.
Con sede en el Centro Martin Luther King, hombres y mujeres de procedencias, edades, color de la piel, estatus económico, orientación sexual e identidad de género diversos expusieron historias de vida, reflexiones, sentimientos, con la mirada puesta en la defensa de la identidad, la dignidad y los derechos.
Una mirada de 360 grados
Unidos a los criterios sobre la estética personal como decisión y elección individual, desde la manera de llevar el cabello, como el vestir, que no define a la persona, las imposiciones desde los cánones de belleza, predominantemente blancos, se analizaron otros tipos de violencia, entre ellas, la obstétrica.
Varias voces pusieron ejemplos de maltratos en momentos como los partos y las interrupciones voluntarias de embarazos. Además, se alertó que no se trata solo de la violencia obstétrica, sino también la ginecobstétrica, que incluye el ignorar la opinión y el deseo de la mujer al decidir por quién quiere ser tratada.
Entre las voces que alertaron sobre estas realidades estuvo la médica Katiuska Govín, para quien, por ejemplo, se violenta a las embarazadas al no darles explicaciones y opciones a la hora del parto, si no se les hace la cesárea porque no estaba planificada o si no puede tener un acompañante en la consulta o el parto.
A su juicio, también constituye un maltrato decirles que ya no están en edad de ser madres o si no desean serlo, o si tiene enfermedades vaginales a repetición, entre otras formas de violencia en la medicina, que aparecen más allá de la ginecobstetricia.
Sobre ese tema, la activista y médica Lucila Inzua llamó a recuperar la ética en el sector, la exigencia, el respeto y la buena formación, para atender y “darle amor a esa persona que viene necesitada de nosotros, sea hombre, gay, lesbiana, negro, blanco, el que sea”.
La relación de la violencia de los adultos hacia la niñez y conductas violentas cuando niñas y niños crecen fue otra de las realidades analizadas.
Participantes se refirieron a situaciones que por comunes se invisibilizan y dejan de verse como manifestaciones de violencia: halones de pelos, castigos, palabras ofensivas, que luego suelen reproducirse. “Si la violencia es aprendida, cómo no van a ser violentos hijos de padres violentos”, se preguntó una de las presentes.
Diarenis Calderón, quien se declara feminista y no binaria, valoró las violencias que sufren las mujeres lesbianas no binarias, tanto desde las relaciones con otras personas, su manera de vestir, proyectarse, defender su afrodescendencia y a la hora de acudir a la atención médica.
Más allá de lo escrito
En el conversatorio se reflexionó acerca de qué hacer para cumplir la Estrategia Nacional de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar.
La jurista Felicitas López compartió sus criterios sobre la importancia de defender la dignidad y los espacios y participar, sin importar las miradas ajenas, que llevan a las personas a autolimitarse.
Para la pastora Izett Samá, del CMLK, cada una de las dolencias se duplica cuando viene de cerca, de las mismas mujeres, de las cercanas, de las compañeras de lucha y de trabajo.
A la vez, mencionó otra violencia: “la que se instaura en muchas de nosotras por todo lo que sufrimos y es la agresión a nosotras mismas, sintiéndonos constantemente víctimas, y no enfrentándola con la fuerza y la convicción personal de quién somos, y con el sostén y el apoyo de quienes también sufren”.
Samá llamó a buscar más caminos para superar ese problema “desde lo personal, lo colectivo y la sororidad y qué significa estar otro 25 de noviembre describiendo las violencias que todos los años nos están lacerando”.
Para López y Calderón, entre los saldos del encuentro estuvo el deseo de continuar conversando desde las pedagogías negras, sensibilizar en los barrios periféricos a muchachas jóvenes, a la vez que “arrojó la fuerza que tiene compartir sentimientos y emociones desde espacios de confianza y sororidad”. (2022)