Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
Foto: SEMlac Cuba
En Cuba los embarazos adolescentes no son intencionales ni deseados. Suponen un quiebre en la vida de esas niñas, las llevan a interrumpir sus estudios, les limitan las oportunidades laborales y las exponen, muchas veces, a la violencia y el abuso.
Llevan también a la transgresión de sus derechos sexuales y reproductivos, al aumento del riesgo de pobreza, vulnerabilidad y a mayores brechas de género.
“Los datos nos están diciendo que la fecundidad adolescente es una problemática social —que trasciende el sector salud—, que demanda atención urgente y articulada por parte de todas las instituciones, organizaciones, comunidades y familias en el país”, advierte la psicóloga y demógrafa Matilde Molina Cintra, subdirectora del Centro de Estudios Demográficos (Cedem), de la Universidad de La Habana.
Mientras la nación caribeña presenta una baja Tasa Global de Fecundidad (TGF) de apenas 1,41 hijos por mujer al cierre de 2022, la tasa específica de fecundidad adolescente se mantiene por encima de lo deseado y esperado, y se resiste a descender en este grupo específico, dijo.
Con 50,6 nacimientos por cada mil mujeres de 15 a 19 años, de acuerdo con cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei), este comportamiento constituye la mayor desarticulación presente en la fecundidad cubana en la actualidad.
La demógrafa del Cedem precisa que la TGF de Cuba se acerca más a países de Europa e incluso de América del Norte. Sin embargo, la tasa de fecundidad adolescente se ubica por encima de Europa, Asia, América del Norte y de la media del mundo. “Está más cercana a América Latina y a África”, señaló.
Los indicadores de los últimos 20 años lo confirman. El peso de la fecundidad adolescente ha ido en ascenso desde 2016 y no ha bajado desde entonces. Casi 18 por ciento de los nacimientos de 2022 corresponde a madres adolescentes, refiere Molina Cintra.
“La fecundidad adolescente no es un tema de números, sino de reducir brechas y lograr que cada niña y niño alcance su máximo desarrollo y potencial”, destacó la experta al intervenir el 11 de julio en el taller “Embarazo y fecundidad adolescente: un desafío social”, a propósito del Día Mundial de la Población.
Detrás de los datos
Especialistas advierten que la gestación en edades tempranas tiene serias implicaciones en el desarrollo de las adolescentes, sus familias y la sociedad. “Cuando las niñas se convierten en madres, aumentan las probabilidades de tener más de un hijo en edades tempranas y se incrementan los riesgos para su desarrollo personal, pero también para su descendencia, la familia y la comunidad”, insistió Molina Cintra.
Los indicadores difieren entre los territorios y evidencian patrones preocupantes en algunas regiones del país, como la zona oriental, advierte la experta.
Al cierre de 2022 se reportaron 71 nacimientos por cada mil adolescentes en Las Tunas, a 650 kilómetros de La Habana. “Es la provincia donde las niñas menores de 20 años aportan más a la fecundidad total: casi 23 por ciento de los nacimientos de este territorio se producen en madres adolescentes”, comentó.
En tanto, en La Habana, con la menor tasa de fecundidad adolescente del país, de 34 nacimientos por cada mil mujeres de 15 a 19 años, el indicador sigue siendo alto, con un comportamiento heterogéneo al interior de sus municipios.
Si bien el patrón de la fecundidad en las zonas rurales se mantiene más elevado, en algunas provincias la tasa de fecundidad adolescente es más alta en las zonas urbanas, como ocurre en Pinar del Río, Matanzas y Villa Clara.
Para Grisell Rodríguez, oficial de programa del Fondo de Población de Naciones Unidas en Cuba, hay un punto de alerta mayor, que es la fecundidad adolescente muy temprana, aquella que ocurre antes de los 15 años de edad.
Cuba se ubica entre los primeros seis países del mundo donde esta tasa ha aumentado. Una niña que tiene un hijo a los 12 años de edad posiblemente se embarazó con 11 años y las señales de cuánta violencia hay detrás de un hecho como este están claras, reflexionó.
Según Molina Cintra, en 2021 nacieron 381 hijos de madres entre 12 y 14 años, número que aumentó en 16 nacimientos en 2022. En tanto, los de 15 a 19 disminuyeron ligeramente. “Es otro patrón que se viene dando desde hace muchos años: aumenta la fecundidad de las menores de 15 años respecto al grupo de 15 a 19”, destacó.
El inicio precoz de las relaciones sexuales por debajo de los 15 años, la frecuencia de estas, el pobre uso de los métodos anticonceptivos y su demanda insatisfecha, la interrupción de embarazos y las uniones tempranas son elementos directamente vinculados a la fecundidad adolescente, que a la vez acentúan las brechas de género, apuntó Molina Cintra.
Si bien la aprobación del Código de las Familias en 2022 limitó la edad del matrimonio a los 18 años para ambos sexos, las uniones tempranas se mantienen, la mayoría de las veces incluso con el consentimiento familiar, señaló Beatriz Torres, presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad.
Ello se complejiza porque las parejas de esas muchachas las superan considerablemente en edad, subrayó Molina Cintra. Las investigaciones más recientes sitúan esa diferencia en una media de 10 años.
“Esto se traduce en relaciones de poder totalmente asimétricas, que ponen a la adolescente en una situación de vulnerabilidad cada vez más difícil y conlleva riesgo de violencia basada en género, de abuso sexual”, aseveró la experta.
Alertó, además, sobre dinámicas que, al interior de estas relaciones, hacen cada vez es más difícil que ellas puedan ejercer sus derechos a la salud sexual y reproductiva.
Datos de la Encuesta Nacional de Fecundidad de 2022 indican que 23 por ciento de las muchachas se inicia en su primera relación sexual sin convencimiento propio.
“Esto da cuenta de una brecha en la educación integral de la sexualidad. En esto hay que profundizar, pues indica que no tienen total autonomía sobre sus cuerpos”, precisó Torres.
A juicio de Molina Cintra, es importante empezar a incorporar la mirada masculina a la fecundidad adolescente, porque también se produce paternidad temprana. En 2022 se registraron 12 padres menores de 15 años, puntualizó.
Romper patrones
Las investigaciones dan cuenta de tres tipos de arreglos familiares alrededor de la maternidad adolescente: uno donde la madre vive completamente sola con padre ausente, que nunca se incorpora a la dinámica familiar; otro con hogar monoparental madre-hijo, tras la eventual separación de la pareja después del embarazo; y un tercero de familia nuclear completa, pero no todo lo funcional que se requiere, porque cada progenitor vive en la casa de su familia.
“Estos arreglos tienen un patrón establecido de dependencia económica para la mujer, una primera unión temprana, embarazo precoz y separación posterior, y una calificación profesional baja, porque una de las características es el abandono del estudio o el trabajo”, describió Molina Cintra.
Ello limita el acceso a empleos con mejores condiciones y remuneración, situación que se agudiza por no tener garantizado el cuidado de los hijos y por las limitaciones de la atención paterna, agregó.
Otro elemento de preocupación lo situó la demógrafa en la interrupción de embarazos, cuyas tasas son más elevadas en la población adolescente que en la de 20 a 49 años.
“Si bien la fecundidad adolescente está en 50,6 hijos por cada mil mujeres de 15 a 19 años, la tasa de embarazo se duplica para estas edades (113 por cada mil). La de interrupciones es de 63 por cada mil muchachas de 15 a 19 años”, precisó.
Agregó que esas tasas son más altas en la región oriental del país, existe una mayor fecundidad en las muchachas de menor escolaridad, en las mujeres negras, desvinculadas del estudio y el trabajo, y enfocadas en los quehaceres del hogar. “Ese es el patrón histórico de la fecundidad cubana que no logramos romper”, sostuvo Molina Cintra.
La experta ubica el mayor desafío en intensificar la educación sexual y reproductiva. “Tenemos como principal reto la implementación eficaz y eficiente de la resolución del Ministerio de Educación sobre la educación integral de la sexualidad. Es urgente y, por muchas acciones que se hagan colateralmente, si no se trabaja en ello no vamos a lograr las metas que queremos”, señaló, al referirse a una disposición que ha quedado aplazada desde septiembre de 2021.
Para Torres, es clave que las y los adolescentes disfruten su sexualidad de una manera sana, responsable y placentera, lo que conmina a profesionales y familias a garantizar sus derechos sexuales y reproductivos.
Pero urge, igualmente, mayor disponibilidad de métodos anticonceptivos. “La experiencia de América Latina nos dice que han apostado por la educación sexual, pero también por los métodos anticonceptivos de larga duración”, apuntó Molina Cintra, quien aludió a países como Chile, Costa Rica, Uruguay, en los cuales se evidencia un descenso en la fecundidad adolescente.
Para la socióloga Iliana Benítez Jiménez, profesora del Cedem, el principal desafío frente al embarazo adolescente pasa por reconocer los elementos socioculturales que se vinculan con esta problemática. “Es un reto desde la aplicación de la política, de los propios decisores. Reconocerla como problemática que debe eliminarse y no naturalizarse es el primer paso”, señaló.