Durante el pasado 27 de octubre fue presentado, en los marcos del Simposio Anual del CIPS-2011, el último libro del Grupo de Estudios Sobre Familia: “Violencia de género en las familias. Encrucijadas para el cambio”.
La presentación corrió a cargo de una de las prologuistas del mismo, María Isabel Romero del Centro Memorial Martin Luther King, y de Yohanka Valdés, una de las autoras de la publicación.
Ofrecemos a continuación la presentación realizada por esta última.
Por qué “Encrucijadas para el cambio”
Por Yohanka Valdés
A propósito de los significados, las palabras, las vivencias, encuentros y desencuentros que protagonizamos en esta aventura, llegó el final de este texto, o al menos, de lo inicialmente asumido como la última etapa. Ahora tenemos la certeza de que solo hemos hecho una breve parada en el largo camino de encontrar alternativas para prevenir la violencia. Como equipo, compartimos la utopía del cambio y el compromiso de hacerlo posible.
Para comenzar esta experiencia, asumimos como desafío la elaboración de una concepción propia sobre la violencia de género en las familias, que integrara contribuciones previas de nuestro Grupo y de otras experiencias de transformación realizadas en el país; también que se nutriera de los debates que planeábamos en los marcos del proceso de formación que se iniciaba. Sobre todo, nos acompañó la aspiración de construir un referente conceptual con sello cubano, que desde nuestra realidad particular pudiera explicarla.
Con esta meta, elaboramos una propuesta teórico-metodológica que articuló nociones de género, violencia familiar y prevención, con un enfoque sistémico. Así, nuestra intención fue trascender la parcelación que supone el abordaje de estas realidades y de esta forma, analizar la violencia de género en las familias y su prevención, integrando peculiaridades y conexiones con otras problemáticas sociales.
En la apuesta por interpelar subjetividades y construir nuevos sentidos, ajustamos nuestros “lentes” para indagar sobre la relaciones de género en las familias e interrogar la representación más usual que iguala violencia de género a violencia contra las mujeres. Abrir esta ventana fue una manera de romper los silencios que abrigan esta realidad familiar y la hacen cotidiana; realidad que nos remite al mundo “privado”, al que se tiene poco acceso y es más difícil regular con leyes y resoluciones.
La prevención fue la alternativa que el equipo asumió para cuestionar representaciones que legitiman prácticas violentas en las familias y para romper las cadenas de su reproducción temporal e histórica.
Con la convicción de que la prevención es solo una ruta, tal vez la más efectiva en cuanto a costos y resultados a largo plazo, llevamos a escena un diseño metodológico que combinó varias acciones: sensibilización, aprendizajes para el cambio, desarrollo de habilidades y proyección de nuevas metas. Para su puesta en práctica fue clave la participación de actores sociales con prácticas profesionales diversas y fuertes motivaciones para sumarse a nuestro empeño. Juntos protagonizamos seis ediciones de un taller que en el proceso conformó varias versiones de este diseño inicial.
Es cierto que pensar y transformar la violencia de género requiere del concurso de muchas personas y del trabajo coordinado de varias instituciones y organizaciones, con roles y metas diferentes, pero con propósitos comunes. También es cierto que asistir a un taller no es la solución al problema y que la tarea es difícil, pero al menos, re-pensar el tema o analizarlo desde otras perspectivas, nos coloca en el camino de visualizar transformaciones e imaginar modos de hacerlas reales. Al mismo tiempo, exige insistir, volver a intentarlo, aventurarnos y asumir retos desde el hacer.
En las páginas que conforman este texto hemos compartido nuestros aprendizajes en la implementación de la metodología, con énfasis en aquellos elementos que han permitido a los y las participantes apropiarse de herramientas para inscribir el tema en sus prácticas. Para ello, regresamos una y otra vez sobre lo realizado y nos adentramos en los cruces, las intersecciones, los dilemas, los nudos y salidas que articularon la experiencia.
Al mismo tiempo nos llevamos otras lecciones que quizás no resulten tan explícitas en los capítulos que este texto presenta; ellas tienen que ver con las vivencias propias del equipo coordinador.
Para nosotras, cubanas de distintas generaciones, la experiencia fue también una oportunidad para aprender, andar, crecer y creer en la potencialidad del cambio. Nos atrevimos a abordar una temática aguda de las cuales –de diversos modos- también hemos sido protagonistas, justamente por las construcciones culturales de género que abonan las relaciones entre niños y niñas, mujeres y hombres en nuestra sociedad, y que acentúan brechas y desigualdades en detrimento de ellas. Convencidas de que construir equidad requiere de la participación de todas y todos, asumimos el reto de coordinar esta experiencia, incorporando también nuestras peculiaridades y asumiendo las diferencias como fortalezas para crear y hacer en equipo.
Al insistir sobre los retos y volviendo sobre el proceso, emergen vivencias que descubren “nuestras encrucijadas”. Entre ellas:
- “… trabajar con personas que poseen historias personales diversas y las sombras de la violencia flotando en los grupos”,
- “encarnar con autenticidad la filosofía de la educación popular y ser fieles a sus principios, aun cuando los debates desbordaran tiempos y sensibilidades”,
- “compartir el dolor y la alegría sin perder de vista la conducción del proceso”,
- “caminar en la cuerda floja y no caer en la catarsis colectiva o en el grupo terapéutico”,
- “lidiar con la violencia en los propios grupos y colocar la situación como una ventana para el aprendizaje”,
- “aprender a descifrar nuestros códigos extraverbales y aprovecharlos para ajustar tiempos y preservar objetivos”,
- “incorporar imprevistos sin perder el rumbo” y
- “asumir nuestras debilidades para coordinar algunas actividades y apelar a la complementariedad de los roles de la coordinación”.
La integración resultó la clave para crear el equipo y echar a andar esta aventura. Si comenzáramos nuevamente no renunciaríamos al trabajo con grupos, que consideramos tiene un valor “agregado” para abordar la prevención de la violencia, por la propia naturaleza relacional y aprendida que caracteriza a esta problemática. Tampoco renunciaríamos a los desencuentros, diferencias, insatisfacciones, esfuerzos y vicisitudes que implica organizar estos procesos. Y es que también ellos aportan nuevas metas, confianza, relaciones, aprendizajes, y la satisfacción de sembrar la semilla para multiplicar experiencias y aportar a la democratización de las relaciones de género en las familias cubanas.
En esta presentación queremos agradecer de manera muy especial:
- Al CIPS y en especial a su Consejo Científico y a las personas que integraron el Grupo Familia desde el inicio del proyecto, por confiar en esta aventura y acompañar cada una de sus etapas.
- A las más de 120 personas de distintas disciplinas, instituciones y prácticas sociales diversas que protagonizaron cada edición del taller.
- Al Programa Oxfam en Cuba, que desde la confianza en las competencias y capacidad de gestión del equipo apoyó esta iniciativa, también por su flexibilidad y respeto durante el trabajo conjunto.
- Al Programa de Educación Popular y Acompañamiento a Experiencias Locales, del CMMLK por ayudarnos a enrumbar la sistematización.
- De manera muy especial al equipo del proyecto (Mare, Anita, Maricela, Neury, Aylín, Loly, Patricia y por un tiempo Eduardito).
- Al CFV que acogió con buenos deseos nuestra solicitud de materializar estas páginas, en especial a Carlos por su paciencia y dedicación
- Al colectivo de Brysas Internacional (Manuel, Zelaida, María Eugenia y Raúl) por hacer posible el diseño, la edición e impresión del libro. También por su flexibilidad, sensibilidad con el tema y deseos de hacer.
A todos y todas, muchas gracias.