Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
Foto: SEMlac Cuba
Garantizar entornos seguros para niñas, niños y adolescentes es un principio decisivo para la prevención del abuso y la violencia sexual infantil, ratificaron expertos en un panel virtual sobre el tema organizado por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
Bajo el título “Hacia la construcción de espacios que protejan a la infancia de la violencia sexual” y como parte de las jornadas Hablemos de sexualidad: aprender para la vida, el panel abordó el tema el pasado 3 de agosto desde la perspectiva del derecho, las escuelas y la participación de los menores en la creación de esos escenarios.
Los entornos protectores son aquellos donde niños, niñas y adolescentes estén libres de violencia, abuso sexual y otras formas de maltrato, y pueden ser espacios físicos, como la escuela y la comunidad, o afectivos, explicó Yuleisky Moré Armas, asesor jurídico del Cenesex.
El experto destacó la importancia del nuevo Código de las Familias cubano, próximo a someterse a referendo en septiembre.
Al respecto, resaltó que la normativa promueve en el seno familiar una vida libre de discriminación y violencia en todas sus manifestaciones, y reconoce a los menores como sujetos de derecho, además de fortalecer el principio del interés superior del menor.
Sin embargo, la legislación supone un reto para diferentes actores, llamados a convertirse también en entornos protectores.
Puso como ejemplo a la Fiscalía, que debe desempeñar un papel más activo en la salvaguarda del interés superior del menor, y las notarías, donde muchas veces en los conflictos no se toma en cuenta a los menores y existe una escasa aplicación de la Convención de los derechos del niño, apuntó.
Al papel de las escuelas hizo alusión la pedagoga Yoanka Rodney Rodríguez, quien precisó que estas instituciones, debido a sus funciones, constituyen aliados en la prevención del abuso infantil.
«Los adultos que supervisan, administran y trabajan en las escuelas tienen el deber y la responsabilidad de proporcionar a infantes y adolescentes entornos seguros y acogedores», comentó.
Agregó que esos espacios deben apoyar y promover la educación de los menores y su desarrollo, además de prepararlos para la vida como adultos responsables orientados por valores como la solidaridad, la igualdad de género, la no discriminación y el respeto mutuo.
En ese camino, consideró, resulta esencial otorgarles las herramientas necesarias a los docentes, para que se capaciten y sepan reconocer las señales de abuso sexual, tengan claridad sobre cómo actuar ante un caso y, particularmente, puedan preparar a niños, niñas y adolescentes en materia de educación integral de la sexualidad y, por tanto, en su autocuidado.
«El abuso sexual es más probable en comunidades donde hay ausencia de educación sexual intencional, sistemática y permanente. Si las familias y las escuelas no hablan de sexualidad, mucho menos lo harán de abuso sexual», subrayó Rodney Rodríguez.
Significó que educar a niñas, niños y adolescentes para que sean capaces de identificar el abuso sexual y lo comuniquen es también una forma de prevención, y añadió que la lucha contra ese flagelo debe concebirse como parte de una educación integral de la sexualidad, que a su vez sea el producto de una política institucional en torno al tema, como un derecho de la infancia y la juventud.
Enfatizó en la necesidad de que las personas adultas en la escuela abran los ojos a los cambios de conducta de infantes y pongan atención a las historias que puedan contar sobre el tema. Frente a la sospecha de un hecho, corresponde denunciarlo, un paso que catalogó como una obligación ética y legal.
El abuso sexual destaca por su impacto y riesgo, remarcó, de ahí la necesidad de visualizar su existencia cada vez con mayor fuerza. «Ignorarlo, no prevenirlo, no detectarlo o denunciarlo, solo mantiene su existencia en las familias, las escuelas y comunidades», apuntó.
La participación de niñas y niños en la creación de espacios protectores y tomar en cuenta sus criterios y autonomía progresiva es fundamental en un crecimiento saludable y libre de violencias. Foto: SEMlac Cuba
Para Lisy Alina Jorge Méndez, oficial de protección de la infancia en la oficina de Unicef en Cuba, la clave está en enfocar la actuación hacia la prevención y detección temprana de estos sucesos.
La violencia sexual tiene consecuencias muy serias, desde embarazos no deseados, lesiones, estrés, infecciones de transmisión sexual, autolesiones, pensamientos suicidas, pérdidas educativas, abandono escolar e incluso puede conducir a la muerte, acotó.
Por tanto, la respuesta implica el desarrollo de un grupo de medidas, como la creación de espacios seguros, afirmó la especialista, quien también refirió la urgencia de trabajar en los entornos digitales, que todavía implican mucho riesgo para este sector poblacional.
Jorge Méndez también aludió a la relevancia de mejorar la recolección de los datos sobre hechos de abuso sexual infantil, pues hoy son muy limitados; así como incrementar la inversión pública en generar espacios de fortalecimiento de capacidades de profesionales, no solamente para quienes actúan ante casos de este tipo de violencia, sino de actores comunitarios y sociales que se relacionan con niños, niñas y adolescentes.
Esta es una de las líneas de trabajo de Unicef, que apoya la creación de entornos protectores que logren generar una red de adultos conscientes, que miren a los infantes con un enfoque de derechos y les posibiliten su desarrollo, valoró.
Enfatizó en la importancia de la participación de niñas y niños en la creación de esos espacios, que se tomen en cuenta sus criterios sobre qué los hace sentir seguros y también su autonomía progresiva.
Puede ver el panel íntegro aquí: