Red Cubana para Diálogos Productivos: una voz plural que crece

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Por: Daymaris Martínez Rubio
Fotos: Carmen Luz López Miari

Con una conferencia y un taller enfocados en la perspectiva dialógica como fuente de creatividad, cooperación y bienestar, la Red Cubana para Diálogos Productivos (RCDP) celebró a inicios de julio su primer trimestre de trabajo, como Sección de la Sociedad Cubana de Psicología, en el contexto de crecientes desafíos sociales que exigen acortar distancias entre discurso y acción, avanzar al horizonte de lo posible.

No por azar, “La perspectiva generativa del diálogo” –como proceso creador de nuevas posibilidades por medio de la interacción, la reflexión y el aprendizaje colectivos– fue la propuesta con que Mario Rodríguez-Mena García, coordinador de la RCDP y del Grupo Aprendizaje para el Cambio del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), dio la bienvenida a esta emblemática institución de las ciencias sociales en Cuba, sede principal de un encuentro coauspiciado por el Centro Félix Varela (CFV).

Atrapado entre su condición de proceso natural y las paradojas de sociedades cada vez más (in)comunicadas, el diálogo deviene interrogante crucial para quienes intentan comprender su utilidad para la formación de competencias y la búsqueda del bien común, sea en organizaciones laborales, comunidades de aprendizaje o en cualquier espacio de vida, explicó Rodríguez-Mena en la primera media hora del programa.

Pese a existir en comunicación, dialogar no suele ser un proceso humano exitoso, de ahí el interés universal por explorar su tipología, principales fundamentos y modos de hacerlo efectivo. Tal es el caso de la perspectiva generativa, una propuesta de la autoría de Dora Fried Schnitman (coordinadora de la Red de Trabajo Internacional para Diálogos Productivos), cuyas bases teóricas y eficacia práctica funcionaron como resortes para el debate.    

Con un pie en el presente y otro en el futuro, el Diálogo Generativo (DG) está atento a las ventajas de las “situaciones emergentes” como fuente de “posibilidad” y el modo en que se vuelve eficaz tiene que ver con el respeto a la diversidad de voces y de tramas, apuntó Rodríguez-Mena. “El DG asume que todos somos diferentes y que traemos al diálogo nuestras posturas, pero también nuestros intereses, temores y todo cuanto tenemos. Por tanto, quien opera, coordina o facilita no evita las antinomias, sino asume que están ahí y que siempre van a estarlo”.

Esa suerte de precondición, agregó, es doblemente ventajosa “porque son diálogos en los que se habla para actuar y donde se convoca a que la gente haga cosas que, al mismo tiempo, dependen de las posibilidades que van encontrando y de cómo creen que puedan trazar nuevos caminos que cambien determinada situación”.  

Adicionalmente, y a diferencia de perspectivas similares como la Indagación Apreciativa (IA), más centrada en el rescate de lo valioso y funcional del pasado, el DG no posee una metodología estricta basada en pasos previos, sino va al encuentro de posibilidades futuras y de transformar situaciones de manera positiva sobre la base de lo nuevo que emerge.

¿Dónde termina? “No acaba nunca. El DG es un proceso continuo y por eso supera a la ‘solución’, porque su interés son las relaciones humanas y el modo en que evolucionan por encima de los ‘intereses’ de la mediación”, subrayó el expositor. Esto, insistió, es especialmente válido para la resolución de conflictos o dilemas provocados por prácticas cotidianas que no han sido favorables. De ahí su poderosa fuerza natural.

Del problema al desafío

Haciendo honor a su condición de comunidad de aprendizaje, la RCDP se consolida como espacio de formación de competencias basada en su propia “caja de herramientas”, donde sobresale su valioso catálogo de profesionales procedentes de diversas áreas del conocimiento.

De hecho, uno de los atractivos de este innovador espacio de socialización, es la vocación interdisciplinar de debates que no solo expanden la voz de experiencias frecuentemente únicas en su tipo, sino que contribuyen a la autorreflexión, tal cual mostró el taller “Práctica dialógicas en tratamientos de psicoterapia”, a cargo de la psiquiatra Rosario María Fraga Gómez, del Hospital Joaquín Albarrán Domínguez.

En un tono profundamente coloquial que no evitó las incertidumbres de la condición humana, Fraga Gómez compartió sus experiencias en la práctica e investigación de la terapia sistémica reflexiva con familias cubanas, un proceso que describió como una “transformación personal” que agradece al respeto y la empatía generados durante el diálogo.

Desde los apuntes críticos de Gregory Bateson, expuso que la terapia sistémica ha evolucionado en su vínculo con múltiples ciencias afines, pero su gran aprendizaje ha estado tal vez en el compromiso ético y la responsabilidad relacional asumidas con la comunicación como proceso sociocultural creador de sentidos.

Algo casi medular es la indagación, muy a tono con la perspectiva generativa de dialogar para abrir nuevas posibilidades, explicó. Para ello resulta de utilidad el empleo de lenguaje sencillo, metáforas, analogías, pero, sobre todo, “me interesan las diferencias, y también el trabajo en equipo, las voces silenciadas, las tradiciones, las costumbres, la cultura de las minorías y los contextos”.

Se trata de procesos que apelan fuertemente a la autorreflexión, en especial a las emociones, pero lo común es que las personas que acuden a terapia encuentren dificultad en nombrarlas, alertó Yudenia Hernández –también psiquiatra del Hospital Joaquín Albarrán- en tono de preocupación. “Hablan del hecho, de lo sucedido, pero son incapaces de decir cómo se sienten al respecto”, dijo, en lo que muchos encontraron una señal parpadeante sobre la necesidad de la educación emocional en aras de una mejor convivencia.

“Como lo veo es una filosofía de vida”, propuso Sandra Gener, psicóloga del Grupo Salud Laboral del CIPS, válida para los espacios laborales, familiares, pero sobre todo de formación de valores ciudadanos, desde la niñez. “El diálogo es un proceso natural, espontáneo, pero al mismo tiempo asociado a la noción de cambio que hay que estar dispuestos a transmitir como posibilidad”.

Para Maritza Moleón, del CFV, se trata de un reto para la ciudadanía, en general, y los sistemas educativo y político, en particular. En ese sentido, exhortó, el papel de Cuba como mediador en el proceso de diálogo por la Paz en Colombia debería servir de inspiración para profundizar en los desafíos propios de una sociedad que necesita dialogar más y mejor con sus voces diferentes.

Frente a la posible trampa de una visión demasiado occidental del mundo, Roberto Corral, vicepresidente de la Sociedad Cubana de Psicología, invitó a los presentes a asumir el “riesgo” de buscar nuevas formas de pensar y dialogar sobre viejos asuntos, como la noción de “problema”.

“Demasiadas veces el ‘problema’ tiene que ver con la intolerancia a la diferencia (…). Y la idea de que tiene que ser evitado o resuelto nos entrampa toda la vida. Incluso en la investigación científica tenemos que comenzar por ‘el problema que tiene que ser resuelto’, cuando podría ser solo un pretexto para conocer”.

“Lo sorprendente –le siguió Wilfredo Pomares Ángel, colaborador del grupo Aprendizaje para el Cambio del CIPS–, es que, en el intento de movernos de la perspectiva del problema, ¡seguimos usamos la misma palabra!”. Su propuesta es una nueva forma de enfocar el asunto: “Veamos nuestros problemas como nuestras maneras de pararnos en seco y, nuestros desafíos, como formas de movilizarnos hacia otros objetivos”.