Autor: Mario Rodríguez-Mena García
La Sociedad del Conocimiento está generando nuevas necesidades en los campos de la formación y el aprendizaje a nivel social, institucional, grupal e individual. De procesos meramente reproductivos han pasado a ser concebidos como instrumentos estratégicos para la innovación y el cambio en todos los niveles señalados. Ellos son imprescindibles a la hora de desarrollar el capital intelectual e intangible y constituyen piezas clave en la configuración de organizaciones con capacidad de autodesarrollo coevolutivo, donde la autogestión de los procesos, entre ellos los que producen conocimiento y valores organizacionales compartidos, así como la capacidad proactiva, crítica y creativa, resultan ingredientes indispensables.
En este escenario de cambios acelerados, que requiere de nuevos aprendizajes y de la posibilidad de disponer de múltiples saberes alternativos en cualquier dominio del conocimiento humano (Morín, 2000), se hace necesario lograr una integración y relativización del conocimiento que ya no puede sustentarse en la tradicional forma de aprender por simple reproducción y limitada a los espacios habituales escolarizados.