Violencia de Género. Prevención y cuidado en niñas y mujeres con discapacidad auditiva

El entramado de exclusiones que viven las mujeres sordas y la vulnerabilidad de sus derechos se manifiestan en diversas formas de la violencia de género.

Tomado de: www.redsemlac-cuba.net
Foto SEMlac Cuba

En la sociedad patriarcal, la tenencia de un hijo, hija, familiar con discapacidad o presentar esa condición como un hecho congénito o accidental ocurrido en cualquier etapa del ciclo vital, genera en las mujeres el concepto de “mala mujer” o “poco reproductiva”, al no cumplir con el mandato social y patriarcal de “dar a luz un hijo sano”, que refuerce la paternidad y maternidad patriarcal.

El contexto de exclusión que sufren las niñas y mujeres con discapacidad auditiva (sordas o hipoacúsicas) y la exposición constante a situaciones de violencia reproductiva, psicológica, económica, sexual y patrimonial las sumerge en una culpabilidad y discriminación perennes.

La discapacidad, desde su concreción en la CIF(2001), no solo se inscribe en el daño de un órgano, función o situación de salud. La discapacidad se sitúa en la relación bio-psico -social, las limitaciones en la actividad y las restricciones en la participación. Las niñas y mujeres con discapacidad auditiva son restringidas en su participación y limitación en las actividades. Desde ahí se comienzan a vulnerar sus derechos. Se distingue una reflexión que permite valorar aspectos vinculados con violencia de género y la promoción del cuidado con enfoque de género, en las niñas y mujeres de la comunidad sorda A la mujer sorda sujeto de cuidado o cuidadora le asignan mayor peso en la responsabilidad del cuidado, por ser “mujer” desde el mandato oficial de los roles asistenciales y la división sexual del trabajo y porque, en ocasiones, es abandonada por la pareja y las familias, en el eterno conflicto de la culpabilidad del hijo o hija con discapacidad, que lacera la autoestima, vinculada con la “maternidad y paternidad” viril, heteronormativa y de promulgación de la especie, la estirpe del apellido y las expectativas del hijo o hija esperado.

La carga familiar y la distribución de roles sexistas y patriarcales las rodea; tienen ellas la casi o total responsabilidad, familiar y social del sujeto cuidado. La autoestima personal, laboral y social se deteriora por el abandono de las mujeres, de la vida social, cultural y del progreso personal profesional.

El entramado de exclusiones que viven y la vulnerabilidad de sus derechos se manifiestan en diversas formas de la violencia de género:

— Abuso sexual, violaciones.

— Golpizas o empujones.

— Trabajo doméstico no remunerado y en condiciones de precariedad; en el hogar asumen todo eltrabajo (lavar, cocinar etc.)

— Prohibición de trabajo remunerado, lo que las hace dependiente económicamente.

— Las instituciones laborales les niegan el trabajo, pese a estar capacitadas.

— Poco alimento o el de menor calidad.

— Maltrato en el sector salud, al no disponer de intérprete de lengua de señas y no poder establecer comunicación adecuada con profesionales de la salud.

— Incomprensión de parte de las autoridades y operadores del Derecho o la policía, al no poder expresarse en el mundo sonoro.

Las personas con discapacidad auditiva, y en particular las mujeres que tienen el rol de cuidadoras o son sujeto de cuidados, suelen ser doblemente víctimas de las exclusiones, discriminaciones y poca comprensión de la sociedad. Se les rechaza y discrimina porque el mundo sonoro no tiene en cuenta su lengua natural, “la lengua de señas”. Esto genera que no puedan exponer sus sentimientos o realizar la denuncia ante abusos diversos, lo que para ellas se convierte en un doble silencio.

El cuidado a las niñas y mujeres con discapacidad auditiva tiene que observarse desde una perspectiva de género. Es vital el reconocimiento de los hombres en este proceso. La situación de discapacidad auditiva hace que ellos les exijan demasiado en el rol de madres, esposas o compañeras de trabajo, por no cumplir con las expectativas del “varón, macho, proveedor y responsable” de familia. Esta construcción hegemónica de la masculinidad es un bumerán para la violencia, como respuesta a la falta de acciones o expectativas que exigen parejas, hijos, padres u otras personas oyentes. Con recuencia, las niñas y mujeres sordas son tildadas de “estúpidas, incompetentes” y otras agresiones que laceran su dignidad.

Constituye un elemento de importancia saber identificar cuándo ocurre violencia de género en las niñas y mujeres con discapacidad auditiva:

— Todo tipo de violencia (sexual, económica física, psicológica entre otras) basada en género, por el hecho de ser niña o mujer sorda.

— Negación u omisión de expresarse en la lengua de señas y no permitir un intérprete para acceder a la comunicación.

— Negación del derecho al trabajo o al estudio “porque no hay quien las entienda”.

— Cuando son expuestas al cuidado de personas que no conocen o con las que no puedan comunicarse.

— Relación de pareja con un adulto mayor de edad.

— Excesiva angustia o ansiedad ante la presencia de alguna persona con la que interactúa, realizando movimientos bruscos para alejarse o emitir gritos.

— Cambios de comportamientos y emociones frecuentes.

Un enfoque para la prevención de la violencia de género implica un devenir de la cultura de cuidados económicos, sociales y el autocuidado como una vía para protegerlas. Desde mi perspectiva, el cuidado como proceso, política de desempeño y organización de recursos varios articula con todas las instituciones y actores sociales.

¿Cómo articula el cuidado para la prevención de la violencia de género en las niñas y mujeres con discapacidad auditiva?

Desde una mirada de género, el establecimiento de una cultura del cuidado hacia las niñas y mujeres con discapacidad auditiva (sordas e hipoacúsicas), que promueva la prevención de la violencia de género y el cumplimiento de sus derechos, puede tener sus retos en:

— Educar y educarse para asumir el rol de cuidador o cuidadora.

— Fortalecer la autonomía progresiva y ponderar las posibilidades de la persona cuidada y de

quien cuida, para potenciar una mejor calidad de vida.

— Fortalecer la capacitación con programas para el desarrollo del bienestar, la autoestima, la autonomía progresiva.

— Educar en la corresponsabilidad y apoyos diversos, que incluyan herramientas de comunicación para el acceso a la comprensión y la inclusión social y de calidad

— Sororidad desde una perspectiva del cuidado y el autocuidado.

— Incorporar en los currículos escolares temas relacionados con el cuidado y el autocuidado.

A modo de conclusión, vale puntualizar que la problemática de la violencia en las niñas y las mujeres sordas -expresada en el contexto escolar, familiar y comunitario- debe considerar el enfoque de género y derechos, desde una mirada donde cuente el interés superior de la persona y las mujeres.

La deconstrucción del modelo hegemónico de relaciones conduce a promover la igualdad y la equidad.

Y puede apostar por un concepto más inclusivo del cuidado: “Cuídame, pero dame autonomía, para que puedas cuidarte”.

Fortalecer el cuidado y el autocuidado, así como verdaderas políticas públicas de acceso según las particularidades y los recursos especiales comunicativos, pondera la prevención de la violencia y, por ende, se invierte en salud, educación, inclusión, bienestar y cumplimiento de los derechos.

(OMS/ OPS, 2001) Clasificación Internacional del Funcionamiento y la Discapacidad (CIF) www.oms.org. Consultado: febrero/2019