Autor: Yohanka Valdés Jiménez.
Artículo publicado en CD Caudales 2006, Editorial de Ciencias Sociales – CIPS, ISBN 959-06-0893-0, La Habana.
Cada vez más países comienzan a tomar conciencia de la necesidad de iniciar acciones preventivas contra la violencia que logren cambios en las actitudes, las creencias, los valores y las expectativas sociales. Diferentes manifestaciones de la violencia social, hasta el momento silenciadas o naturalizadas, pasan a ser ejes de acción de numerosos especialistas en el tema, conocedores de que la prevención del delito y de actos antisociales es sólo una parte de la problemática a enfrentar.
Modificar aquellas representaciones y pautas de interacción, que en la cultura global hacen de la violencia un paradigma de la identidad, constituye un imperativo para los científicos sociales en la actualidad. Se trata de una meta compleja pero posible de alcanzar, si se parte de la premisa de que “prevenir siempre resulta más sencillo que curar o rehabilitar”.
En Cuba, solo en los últimos años han cobrado fuerza e importancia los estudios relacionados con la violencia social. Hace algún tiempo la sociedad cubana parecía estar exenta de estos problemas. La cultura de la inclusión y la igualdad figuraban como garantía de una tranquilidad ciudadana, sólo ensombrecida por eventos delictivos aislados y sujetos transgresores de la legalidad. Desde esta perspectiva, las principales acciones de intervención se orientaban hacia la identificación de causas asociadas al delito y a la implementación de algunas medidas de reinserción social, dirigidas a los sancionados.